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Sin saltos de tigre

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Hubo un tiempo en el que en las tiendas italianas del paseo de Gràcia podrías encontrarte e Eto’o o Ronaldinho comprando bolsos de Vuitton, acompañados por su incondicional troupe de palmeros. Las estiradas dependientas los escrutaban con un mohín de condescendencia, mientras ellos pedían más relojes de oro al peso. Hablamos de 2007, el último año en el que todo el mundo se sentía todavía rico, guapo, alto y famoso. Y no digamos los exóticos cracks. Sus propias fotos en Facebook y Twitter, como la que nos ha regalado este año Ronaldinho, posando en un jacuzzi custodiado por cinco mujeres sumergidas con el trasero en pompa, siguen perpetuando su impúdica vanidad.

Al final de aquella etapa, corrían en boca de todos las descripciones de escenas lujuriosas en discotecas. Y la prensa flasheaba instantáneas que probaban su emparejamiento con top-models y misses del mundo entero. Porque no sólo los narcotraficantes tienen éxito con la belleza despampanante. Basta dinero y coraje para hechizar a la vulnerable cáscara de la hermosura. El talento atrae al talento, predican las multinacionales que se jactan de creativas. El héroe en el campo, el que juega bonito, el que maravilla a la audiencia, lleva implícita un aura de superhombre. Que se le lo pregunten a Iniesta, disfrazado ahora de Spiderman en un anuncio de Sony, que obliga al público a admirar sus ceñidas mallas más allá de su pálida flema.

Que los futbolistas de élite son unas máquinas sexuales forma parte de la misma lógica que abre todo tipo de pesquisas acerca de la sexualidad de los toreros. El lugar común del as del balón convertido en rey del kamasutra permanece intacto y las declaraciones de Scolari en la conferencia “Falar de futebol”, en la que acabó falando de sexo, sirven de composición de lugar. El entrenador de la selección canarinha va más allá de prohibir o permitir con naturalidad las relaciones sexuales en la concentración, y alerta acerca de las acrobacias o malabarismos sexuales. “Ni por parte de ellos, ni de sus acompañantes”, llegó a matizar. Y todas las miradas se dirigieron a Neymar, de nuevo libre como el mar.

Guardiola y Simeone, el nuevo triunfador, el deseado (también crucificado al ser visto con otra pseudomodelo, Carla Pereira) competirán como entrenadores carismáticos y estrategas en la Champions. Como telón de fondo, el subidón brasileño atraviesa otro imaginario universal y el Mundial palpita de deseo. Decae la libido azulgrana, se habla de fin de ciclo… ¡Al tiempo! Es la hora de entonar con Vinicius y su samba de Banção: “Mas pra fazer um samba com beleza e preciso um bocado de tristeza Senao nao se faz um samba nao. Sarabá!”.

La bilis negra

Hay familias con las que se ceba el infortunio, y España sabe de ello: los Panero, los Castilla del Pino, los Haro Ibars, o los Suárez. Sobre ellas se posa el fantasma de la bilis negra -así denominaban los griegos a la melancolía- cual cadena de un collar cuyas cuentas se van rompiendo, una tras otra. Encuentran muerta a Peaches Geldof sin causas aparentes, ni drogas ni suicidio (su madre Paula Yates murió de una sobredosis de heroína y su padrastro, por supuesta autoasfixia erótica). Peaches tenía una vida aparentemente hogareña, feliz, y unas facciones de eterna lolita melancólica. “Están contando los días hasta que muera, como mi madre. No es justo”, declaró hace años. La muerte nunca es justa.

El ducado Suárez

El todo Madrid habla de la hija de Marian, Alejandra Romero. A sus 24 años, abogada, sobriedad castellana y melena lacia, es la heredera del título nobiliario que el Rey concedió a su abuelo. Se declara orgullosa de recibirlo, pero huye del foco. Los efectos de la ley de Igualdad para la Sucesión de Títulos Nobiliarios de 2006, una vieja reivindicación de las aristócratas activistas, se han hecho sentir, trastocando los planes del hijo mayor, el portavoz de la familia Adolfo Suárez Yllana. Cuentan que suplicó al Rey conservar el título, aunque él lo desmintiera, igual que negó el libro de Pilar Urbano y declaró su “enmienda a la totalidad”. Un título. Un ducado. Tan invisibles como el traje del emperador.

Belleza con precio

Rob Lowe ha asegurado en la presentación de la segunda parte de sus memorias que la belleza es una tragedia. Porque ser guapo se convierte en un gran inconveniente si no se alcanza un buen grado de estabilidad emocional. De don divino, puede convertirse en adormidera que aísla y autodestruye. Lowe triunfó demasiado joven, igual que Justin Bieber, como tantos niños encantadores a los que las pantallas deglutieron. Quien en los ochenta formaba pandilla con aquellos Rebeldes (Cruise, Dillon o Swayze) hoy cumple 50 con una declaración de sobriedad. “El único camino al éxito es la rectitud”, dice después de haberse bebido (y ligado) entera la noche de Manhattan. Lowe, precoz para todo, incluso para escribir unas memorias con 50 tacos.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Victor contreras Victor contreras

    Excelente.

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