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La España progre

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No existe peor ruina que el dogmatismo de la ignorancia. El que practican quienes creen saberlo todo y prefieren encenderse ante los bulos de WhatsApp y Twitter a sumergirse en las ponderadas estadísticas. Quienes están convencidos de que las cosas son como son, blancas o negras; aquellos que sólo admiten un dios, una patria, un idioma, una verdad. Los que te increpan: “¿Y tú cómo lo sabes?”. Impermeables a las fuentes de conocimiento, a la siempre necesaria pluralidad, a la duda cartesiana que disecciona toda verdad antes de que merezca ese nombre.

En una de las muchas cartas que se intercambiaron a lo largo de 16 años, la escritora Mary McCarthy le pregunta a Hannah Arendt cuándo comenzó la duda ritualista a impregnar primero el pensamiento filo­sófico y después el popular. Arendt , tras citar a Descartes, Pascal, Heidegger y Nietzsche, aporta su propio razonamiento: “El error principal es creer que la verdad es el resultado último de un proceso de pensamiento. La verdad, al contrario, siempre es el principio”.

En las últimas elecciones, una gran parte de los votantes ha comprado el discurso del miedo, que no parte de ninguna verdad ­autentificada para entender el mundo de hoy, sino de un constructo ideologizado que funciona a modo de refugio para los que no admiten al diferente, al que no piensa como ellos; los que dicen al pan, pan, y al vino, vino. Nadie ha obligado a nadie a votar a estos antipolíticos que quieren ilegalizar par­tidos, cargarse las autonomías y la ley de Violencia de Género. Casi tres millones de españoles les han otorgado su confianza ­haciendo que la extrema derecha entre en el Congreso como tercera fuerza. ¿Por qué? Porque se han sentido desatendidos por la política y expulsados del bienestar, rabiosos de que el tema catalán haya llevado a la ­cuneta sus prioridades, expropiados de la cultura porque creen que peca de progre. Ellos no dudan, creen en el sentido común aunque el suyo no sea sentido ni común.

Abascal levanta el índice y condena una y otra vez a la España progre. Es su fantasma. En forma de batallón de cineastas y escritores, de movimiento feminista, de vecinos de Chueca, del grupo Prisa o las uñas de Rosalía, pero también de las cuatro lenguas cooficiales del Estado, la ley de Igualdad o el satánico pacto de gobierno entre Sánchez e Iglesias. Todo lo que se conjuga en futuro es peyorativamente progre: los niños inmigrantes, el cambio climático, la pertenencia a Europa, pero sobre todo la diversidad. Ante ella poseen un libreto de dogmas que resuelve cualquier pregunta. Sin pensar.

Imagen: Campaña para la desinformación y el analfabetismo. En la imagen: 
Patricia Gadea; foto: Juan Ugalde.

Publicado en La Vanguardia

3 comentarios

  1. Benjamin Benjamin

    ¿Ilegalizar partidos!? Pruebe usted a proponer una consulta secesionista en Francia a ver qué pasa. La ley de violencia de género, que destroza el principio de igualdad ante la ley, no está vigente en ningún país europeo. Será que son todos de VOX. A ver su aprende a escribir artículos en lugar de panfletos.

  2. Gracias por su aportación. Saludos.

  3. chakal3000 chakal3000

    En fin, ahora no existe la progresia…vamos bien.

    Gracias por su aportacion.

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