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La hormona política

Unknown

Por qué ningún partido ha elegido a una mujer como candidata a la presidencia del gobierno? Al igual que el resto de las democracias mediterráneas, el sur de Europa sigue perpetuando una anomalía cada vez más difícil de comprender. Se repiten los perfiles de machos alfa con rostros petrificados de tanto creerse sus propias mentiras. Ellos copan el cartel, aunque no sean la solución. Casado parece que lleve una barba falsa, de quita y pon. Sánchez apenas debe de tener carrillos de tanto morderse las mejillas por dentro. A Rivera el prestidigitador sólo le ha faltado sacar palomas de su pecho florido. Abascal, tan presto a
salir de caza. Y asociamos la insistente proclama de coalición de Iglesias
con el despecho, y eso produce cierto pudor.

En cambio, las candidatas que debatieron en La Sexta aportaron un aire de frescura a nuestra política hiperventilada. Hubo quien habló de premio de consolación, de debate de género, una especie de Mujercitas electorales. Pero por fin escuchamos propuestas, planes de gestión y voluntad combinatoria. También agradecimos la educación, un tono cordial sin ponerse flamencas y faltonas. Me gustó que Ana Pastor, en su código de “elegancia siglo XX”, con perlas y traje pantalón azul prusia, llamara “señores” a los independentistas. O que Inés Arrimadas, dominando escena con desparpajo, leggins y tacones de aguja, buscara el consenso entre las candidatas para dejar claro de una vez por todas que el sexo sin consentimiento es un crimen. Por primera vez vi a cuatro de los cinco partidos unidos en un asunto cuyos datos amortiguan la carga subjetiva: 51 asesinadas en lo que va de año. Irene Montero, con coleta brillante y sin miedo al maquillaje, se dirigía a la ministra por su nombre, “María Jesús”, buscando la coincidencia ideológica: la subida del salario mínimo, las políticas verdes y el feminismo. Un programa social que apenas ha sacado a pasear un PSOE a quien la hoguera catalana atormenta, vampiriza y desorienta.

Tras el debate, viajé a Girona, convencida de que la flexibilidad, la empatía, el pragmatismo, la ética del cuidado y la autoexigencia son constantes vitales entre las mujeres que ocupan puestos de responsabilidad. Cuando llegamos a Camp de Tarragona nos sirvieron de comer, y el camarero me dijo que o tomaba bacalao o no comía. La azafata, en cambio, recordó que había sobrado una bandeja vegetariana con pasta rigatoni. Y pensé que mujeres como ella, las que no se contentan con un no fácil, tendrían que conducir el futuro de un país que se nos está quedando tristemente vintage .

Imagen: Las Dos Fridas, Frida Kahlo.

Publicado en La Vanguardia

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