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Orgullo Radical

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Una diputada regional de Vox ha declarado que el feminismo es un cáncer. Destaca la insensibilidad de la metáfora, irrespetuosa hacia aquellos que lo padecen y luchan contra la enfermedad. Qué mal pensar –y peor decir– el de quienes utilizan el autismo, la metástasis o cualquier discapacidad para desacreditar personas o ­ideas. La señora Rubio, de Vox, se enfanga con la pseudociencia y considera que los valores de la igualdad son una grave patología que se extiende representando a las mujeres de forma “fraudulenta”. De nuevo la ignorancia ocupando titulares y sentimientos. En Madrid han caído las temperaturas, pero en su Asamblea se imparten clases de ­enaltecimiento del espíritu nacional. No digo católico, porque están bien lejos de la verdadera fe cristiana quienes enarbolan el odio y desempolvan una moral retrógrada, una involución de derechos y roles. La señora Rubio ha animado a sustituir la asignatura de feminismo –que proponen otros grupos políticos– por la de costura y ha elogiado el empoderamiento que se alcanza al coser bien un botón. Sin duda, el de costurera es un oficio muy digno, aunque es pavorosa la perversión intelectual de quienes denuncian la ideología de género y en cambio adoctrinan a las mujeres para que regresen a los remiendos y a la cocina, y no precisamente como chefs.

La extrema derecha utiliza el adjetivo radical para desacreditar a la izquierda, mientras asume sin problema máximas falangistas. Marx, acusado una y mil veces de radical, explicó mejor que nadie en qué consistía serlo, recurriendo a la etimología. En La introducción a la crítica de la ‘Filosofía del derecho’ de Hegel utiliza el término en dos sentidos interconectados. El primero, referido a la crítica teórica, y el segundo, aplicado al capitalismo, hablando de sus “cadenas radicales”. Escribe: “Ser radical significa atacar las cuestiones en la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”. Lo que implica no quedarse en la mera crítica, sino buscar la emancipación del ser, liberarlo de toda cadena: política, económica, social, religiosa, sexual, etcétera. Nada tiene nada de peyorativo, por tanto, sino más bien de utópico. El radicalismo, un movimiento humanista, racionalista y laico surgido a finales del XIX, apelaba a la soberanía individual que tanto temen los ultras –un término procedente de las gradas deportivas más agresivas–. No hay nada de violento o demoniaco en el verdadero significado de radical , aparte de su intransigencia en la defensa de la libertad humana.

Publicado en La Vanguardia

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