Saltar al contenido →

Taxi español

Captura de pantalla 2016-02-22 a las 12.13.47

Los taxis recorrían la Castellana agitando pancartas con nervio bronco y haciendo sonar los cláxones como una banda de fiesta mayor. Ante los micrófonos, sus improvisados portavoces se quejaban de la posible liberalización del sector y de la competencia irregular de los Uber, Cabify y compañía, pero también se manifestaban contra la precariedad que les exige trabajar al menos doce horas al día para sacarse un sueldo. De repente, una mujer reclamó respeto por el “taxi español”, y lo dijo enaltecida. Qué expresión tan de pasodoble, pensé: te conecta al instante con las películas de Martínez Soria e incluso las de Almodóvar, la radio a mil, el escapulario y la estampa, las fotos de los niños disfrazados, el ambientador de pino, el tapete de ganchillo en el respaldo y el estruendo de una de esas radios de aficionado con las que se conectan: pajaritos le llaman al aeropuerto, o paquete a la persona que acaban de recoger en su casa móvil, esa especie de extensión de su tresillo donde se repantigan y resoplan. Porque el taxi español es en verdad una marca registrada, un nombre con apellido, un personaje en sí mismo, cuya hegemonía se ha visto diluida por la llegada de ciudadanos de todas las nacionalidades, emigrantes que se buscan la vida trabajando para el dueño del coche. También están los jóvenes espabilados que lo combinan con otros menesteres y trabajan también para esas aplicaciones que garantizan una mayor asepsia y contra las que ahora se levanta el taxi español.

En mi agenda tengo una treintena de teléfonos de taxistas. Basta que le eche una ojeada a cada nombre para regresar a aquel instante de mi vida en que los necesité, y de qué manera. Por supuesto que hubo taxis españoles: a uno de ellos sigo llamándole “mi Ramón”, aunque ya está jubilado. No conduzco, y cansada de hacer el mismo trayecto a diario con olor a pies y griterío animal, la tarde en que me subí a su taxi –limpio, educado, ágil y seguro– le pedí su teléfono. Al cabo de cinco largos años, en los que me sacó bajo la lluvia o me fue a comprar Apiretal de madrugada, tras aquel 11 de marzo en que escuchamos enmudecidos la Ser, con lágrimas abortadas mientras pasábamos cerca de Atocha, y muchos tragos de charla de diván, le ayudé a elegir el traje de novia de su hija. También están Marta, en Barcelona, rubia con tacones, o Francesc, un hombre fino que en su taxi ecológico no conoce la impaciencia y pone música de Bach. Louis, de origen portugués, el que atraviesa virtuoso los puentes del Sena, y cuya mujer ha sobrevivido a un cáncer –“ahora que estábamos tan gostosos en París”, me decía durante el tratamiento–. Los usuarios frecuentes de taxi saben de qué les hablo, y de cuánto les debemos los amaxofóbicos, quienes levantamos un muro mental frente al motor y en cambio hemos cruzado las ciudades, de norte a sur, abandonados en sus asientos, la cabeza recostada, dejándonos llevar.

Publicado en Artículos

4 comentarios

  1. superj a 10.710 km superj a 10.710 km

    ah, el taxista de almodóvar…
    y vaya homenaje a tus entrañables
    yo no padezco de amaxofobia, simplemente no conduzco,
    tampoco tengo fobiatelevisiva, simplemente no tengo televisor
    tus taxistas
    una, mía -“mía”, ay…-
    estuve un par de días en dublín, luego hice una viaje por el centro, este y sur de la isla -¡entrañable!- y al regresar estuve otros día en la capital -hipnótica-
    el día anterior al vuelo a madrid recibí en el hotel una nota que decía q a determinada hora de la tarde me irían a buscar para llevarnos al aeropuerto a dos viajeras que yo no conocía y a myself
    a la hora indicada llegó una belleza de esas de no se olvide usted de respirar, elegantísima, traje de falda y chaqueta negro, y una sonrisa de oreja a oreja, preguntando por mí, y me habló muy animadamente -no hablaba una palabra de castellano, las otras viajeras, nunguna de inglés-
    era la… taxista
    pero el suyo era un mercedes apabullante sin distintivo alguno
    naturalmente -na tu ral men te- no la dejé -no-la-dejé- subir las maletas al coche, y + y + sonrisas
    tú sabes que tienen el volante en la lado derecho, por lo que me senté a su lado, y no paraba de canturrear, digo, speak, y sonreírme
    ah
    había estado el año anterior en españa -en el levante- y todavía lr duraba el encantamiento
    te lo prometo : dos feroces -bueno, no taaan feroces kisses en el aeropuerto; de la mano de las otras girls
    me pregunto q podría haber pasado si en vez de ir a dejarme hubiera ido a recibirme
    joana, estuve unos minutos después de los atentados junto a atocha, cuando se había paralizado todo el tráfico y decenas y decenas de ambulancias pasaban como balas; todavía no puedo hablar de ello : me desmorono, se me quiebra la voz, y, ay, no puedo contener algunos lagrimones
    lo dijo con mayor claridad mi admirada rosa montero : madrid ese día fue otra ciudad, dio lo mejor de sí
    quizá recuerdes que los taxistas hicieron un “puente” entre chamartín y el poideportivo donde llevar a los cadáveres, transportando gartuitamente a familiares&amigos
    uf, espero q nadie lea esto
    biiiiigkísssss

  2. Maria Padilla Maria Padilla

    Atocha casi ayer. Los Rodeos tiempo a.
    Era una pequeña niña que tomó miedo al Avión y lo perdió para llorar por el Tren.
    Benditos Taxistas trasladando tanto y tanto DOLOR ayer y hoy.
    Gracias ayer y hoy.

  3. Elena Elena

    Soy Elena, la hija de tu Ramón, aquella que dubitativa entraba en aquella tienda para elegir el vestido con el que diría “sí quiero”. Hoy sigo sintiéndome la persona más afortunada del mundo junto a mi marido.
    Si de alguien me siento orgullosa es de mi padre. Casi sin verle en mi infancia, empeñado únicamente en dar un futuro a sus hijos, hoy puedo decir que lo conseguiste, que ahora te toca descansar y jugar con tus nietos. Que tus horas al volante me dieron dos carreras pero sobretodo me enseñaron una lección de esfuerzo, sacrificio y orgullo.
    Gracias Joana por destacar a las buenas personas que nos rodean a diario. Puede que no posean un alto cargo reconocido en la sociedad pero si en nuestros corazones.
    Te quiero papa.

  4. Marta Marta

    Qué loa tan romántica y tan bonita, y ojalá pudiera compartirla, pero la verdad es que he tenido, estoy teniendo, poca suerte con los taxistas en Madrid, en especial con la categoría “taxi español”. Los que no saludan y directamente te odian en silencio, los que si pueden te lían, y mis favoritos, los que presumen de descargarse películas y libros mientras claman contra la “piratería” en su sector. Y eso, a alguien que vive de la cultura como es mi caso…pues qué puedo decir.
    En todo caso, gracias a todos aquellos que hacéis bien vuestro trabajo, sea el que sea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.