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Sin tacones

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El mundo también se divide entre quienes odian los tacones y quienes no pueden vivir sin ellos. Los primeros, sean hombres o mujeres, a menudo preguntan a las que se alzan de suelo doce centímetros: ¿de verdad puedes andar con esto?. No es una pregunta sino una amonestación, como si les dolieran los pies al criticar la dulce tortura que troca la curva de la espalda y balancea las caderas. “No sé quién inventó los tacones altos, pero todas las mujeres le debemos mucho”, dictaba una exaltada Marilyn Monroe, pasando por alto que quienes primero los lucieron fueron reyes y príncipes de las cortes más exquisitas que taconeaban grácilmente poder y gloria con sus pelucas empolvadas y sus pieles de armiño hasta que el calvinismo los conminó a la severidad.
Cannes es uno de los festivales más machistas del planeta cine –de 66 ediciones, solo una mujer, Jane Campion, ganó la Palma de Oro–, y con únicamente una película firmada por una fémina en 1987 – Un
hombre enamorado, de Diane Kurys– abriendo la sesión inaugural. Pero para esta edición se anunciaba un ¡ vive la femme! en una especie de operación lavado de misoginia: chicas eclécticas en el jurado, Isabella Rosselini presidiendo la sección Un Certain Regard, y La cabeza alta de Emmanuelle Bercot en la bandeja de salida.

Dices Cannes y se dispara la feria de las vanidades, “Nüremberg cultural” , lo apodó J.G. Ballard, o el súmmum del chic francés, con su elegancia fría e indolente y sus mujeres n.º 5 que al envejecer no engordan y se permiten lucir arrugas, muslo y seducción con voz grave.

¡Ay del dress code, cuántos momentos sabrosos ha regalado a la historia de la indumentaria! Igual que aquellas neoyorquinas de los años setenta, me contaba Diane von Fürstenberg, a quienes prohibían entrar con pantalón en Le Cirque, y se lo quitaban raudas en el baño, cubriéndose mínimamente con la chaqueta de su esmoquin.

Hoy, en París, los clubs eróticos más refinados exigen similar atuendo: hombres y mujeres deben ir bien calzados, ellas con tacones, ellos sin zapatillas ni chirucas. Pero Cannes no es un club de intercambio de parejas, aunque algo tenga de esa amoralidad cortesana. La polémica saltó el otro día cuando se publicó que alguien mandó al hotel a cambiarse las sandalias a un grupo de mujeres de cincuenta años que paseaban por la célebre alfombra roja. La dirección lo ha desmentido: “El rumor según el cual el festival exige tacón alto para las mujeres en las escaleras que conducen al Palais des Festivals es infundado”, tuiteó Thierry Frémaux.

En España, una mujer de sandalia plana, Rosa Maria Sardà, dio un golpe de tacones en el escenario de los Max y abrazó con su poderoso aliento a una profesión zarandeada y en precario. Y con su elegante esmoquin blanco hizo una butifarra a la política y a la patraña. A nadie se le ocurriría mandarla a ponerse tacones: hay mujeres que siempre son altas.

No, mi teniente / Zaida Cantera

Un teniente coronel de largo apellido, Isidro José de Lezcano-Mújica, le ordenó a la capitana Cantera: “Te quiero como una secretaria de falda corta”, y le metió mano. Sus ojeras marcadas y su entrecejo hundido, en el Parlamento, daban fe de la gravedad del asunto, que el ministro Pedro Morenés trató con gran insensibilidad e injusticia. Podría entenderse como una buena noticia que el Ministerio de Defensa haya atendido la solicitud de abandonar el ejército de la ya excapitana y la retire con la pensión máxima. Una marcha atrás a tiempo, tras el rechazo ministerial a dar explicaciones sobre el acoso sexual en cuarteles y campamentos. Esta jubilación justificada puede parecer un broche final: con Zaida en casa, se acabó el problema. Pero, ¿y las otras Zaida?

De postín / Cristiano Ronaldo

Esta temporada no levantará ninguna copa, acaba de filtrarse el motivo de su ruptura con Irina Shayk , cada vez más pletórica, –infidelidades y teléfonos móviles– y, para colmo, Save the children desmiente que el crack donase 7 millones de euros para ayudar a los afectados por los terribles terremotos de Nepal como se había publicado en numerosos medios. La oenegé también le agradece que “haya usado su voz y su visibilidad global para sensibilizar sobre los problemas a los que se enfrentan los niños más vulnerables de todo el mundo”. Sin lugar a dudas un pase en bandeja que deberá de aprovechar, aunque pervive una doble cara en el marketing de la solidaridad: alardear de ello parece un renglón obligado para que lluevan más contratos.

Vivir y pensar / Emilio Lledó

Hace años que la filosofía cedió su lugar en la república del pensamiento a la empoderada economía, tanto en las cámaras representativas como en institutos y universidades. Malos tiempos para la lógica, la ética y la metafísica. Por eso el primer premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, concedido estos días a Emilio Lledó, debe celebrarse. Él mismo lo hace, y no por vanidad sino porque demuestra que la filosofía sigue ofreciendo “herramientas y bagaje para pensar de manera amena lo que uno acabe opinando. La filosofía, como el río de Heráclito, fluye con cada momento y nos enseña a interpretar la sociedad en que vivimos. La recomiendo ahora a cualquier joven más que nunca”. Sabia rebeldía contra el pensamiento único.

(La Vanguardia)

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