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La caja de Pandora

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Emmanuel Macron sigue dando la mano como un hipnotizador con maneras de la banca Rothschild. Esta semana en Argelia las daba a pares, igual que si sacara a bailar a los argelinos. Y les decía a los jóvenes que superaran traumas, que no él sino Francia -esa era la sinécdoque empleada por Luis XIV- quiere tratarlos de tú a tú, sin condescendencia ni paternalismo: algo muy parecido a lo que reclaman las mujeres a las que Time ha dedicado su portada. También hay ahí un juego lingüístico, una monumental personificación: no son ellas las protagonistas del año sino “el silencio roto”. Concepto y poesía. Macron y Time viven en el mismo campo semántico, en el canal del “you”, o en el de Netflix, y por ello no sudan. Lo corrobora otro Emmanuel, Carrère, el rey de la no-ficción, el escritor que nos sacudió con “El adversario”, nos enamoró con “Una novela rusa” y casi nos hizo rezar con “El reino”. En la revista Letras Libres, Premio Nacional de fomento de la lectura, una pequeña isla de papel comandada por Daniel Gascón con buen gusto y mestizaje literario, el escritor publica la crónica de una semana con el presidente, a quien acompañó en varios viajes oficiales. Previamente había sido publicada por The Guardian, pero Gascón ha conseguido la versión original íntegra.

Cuenta Carrère que, en el fango de la desgracia antillana causada por Irma, todos marcaban la húmeda aureola bajo la axila menos Macron, impecable camisa blanca de la mañana a la noche. “Al verlo, recordé los créditos iniciales de la serie The young pope, donde Jude Law avanza de perfil con una sotana inmaculada, como sobre una nube, en cámara lenta, ingrávido, y en un momento se vuelve hacia el público para guiñarle el ojo. Macron guiña el ojo a menudo. Me lo guiñó a mí. Al margen de lo que uno piense de él, al margen de que veamos su advenimiento como un milagro político o como un espejismo destinado a disiparse, todo el mundo está de acuerdo en una cosa: seduciría a una silla”. Cuidado con personajes llamados magnéticos. Algunos salen bien parados, es el ejemplo de Obama, pero la mayoría esconden trampa. El exceso de encanto mata. Aquel joven de pequeñas patillas que se sumaba al equipo de Hollande ganando un 90% menos que siendo banquero, ha empezado a desinflarse. Aunque, a diferencia del “hombre normal”, como se autodefinía François, Emmanuel vende maneras de superhéroe.

Recuerdo la media noche en blanco que pasé cuando me llamó la guardia pretoriana de Lagerfeld minutos después de que el telediario francés se hiciera eco de una entrevista que acaba de publicar en España, en la que tildaba a Hollande de idiota, por gravar con mayores impuestos a la industria del lujo. Tuvo que matizar: la culpa siempre la tiene el contexto. Esta semana Lagergeld recibió un solapado homenaje en su Hamburgo natal durante su desfile, en la Filármonica de Elba, denominado “Métiers d´Art”, un tributo a los bordadores de la Maison Lesage y el Atelier Montex, o los sombrereros de la Maison Michel. Cada invitación iba acompañada de la tradicional gorra marina «Elbsegler». Lagerfeld cree que Hamburgo, mucho más interesante que Berlín, es la nueva capital europea, y la reivindicó, confesándose un extranjero en su ciudad natal.

Karl sólo lee poesía en versión original. En música, a la manera foixiana, le exalta lo nuevo y le enamora lo viejo. A modo de apertura para su desfile, la orquestra interpretó “La Paloma”, del vasco Sebastián Iradier. Fue un homenaje a su madre, la mujer más importante de su vida. Lagerfeld es el único modisto del mundo que saca a desfilar a su apuesto chófer y guardaespaldas, Sébastien Jondeau, y que convierte a su gata en objeto de deseo de editoras de moda como Suzy Menkes o Carine Roitfeld. Lily-Rose Deep, Kaia Gerber y Tilda Swinton ejercieron de musas, junto a Kristen Stewart, una de las activistas del feminismo más mediática.

¿Quién nos hubiera dicho que precisamente en la era Trump, cuestionado en campaña por sus delirios machistas, se abriría la caja de Pandora con un alud de denuncias que visibilizan el acoso sexual? En Time aparecen rostros tan conocidos como los de Ashley Judd, Angelina Jolie, o Gwyneth Paltrow, pero también anónimos, como los de la congresista californiana Jackie Speier o la limpiadora de hotel Juana Melara. “Abarcan todas las razas, todas las clases sociales, todas las ocupaciones y prácticamente todos los rincones del mundo. Su ira colectiva ha provocado resultados inmediatos e impactantes”, argumenta la cabecera. En España, Ana Pastor entrevistó a Leticia Dolera, quien se define en su cuenta de Instagram como “feminista y mata-zombies profesional”. La actriz y directora, denunció que le habían tocado una teta. Pero en España no se dan nombres, y algunas de las afectadas no quieren alimentar el morbo. Aún así, los suyos ya están en las tertulias del hígado. Esta es tierra de carnaza y huevos carlistas.

Publicado en La Vanguardia

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