Saltar al contenido →

En presente continuo

futbol_2

Hoy es el día después. El clima interior está objetivamente más despejado que el de cualquier otro lunes. Excede en complejidad al sentimiento victorioso de una final Madrid-Barça y no arrastra el punitivo componente moral de la resaca, aunque en la cabeza aniden multitud de voces aún por escuchar, igual que les ocurre a los novios cuando se despiertan de su noche de bodas. Un hombre me contó que el día después de ganar la lotería, habiendo dormido la euforia y el alcohol, se despertó con una inexplicable tristeza; no podía dejar de llorar. Hay días después de distintas naturalezas. Se desea algo con tal ahínco y tanta convicción que, tras lograrlo, uno se desinfla. Se trata del vacío de la conquista, ese péndulo existencial que dibujó el filósofo, entre el deseo y el tedio. Un aflojamiento de músculos, un cansancio en las sienes. Muchos ciudadanos, independentistas y no independentistas, han estado dirigidos largos meses por el vigoroso poder de las expectativas, con una entrega vital como si este fuera el partido de sus vidas. Ya en los años sesenta, los pioneros Robert Rosenthal y Leonore Jacobson estudiaron las denominadas “profecías autocumplidas”, para concluir que expectativas y resultados se correlacionan de forma directamente proporcional: cuanto mayor es nuestra confianza en alcanzar un importante resultado, mayores son las probabilidades de conseguirlo.

Durante los días previos, he recibido numerosos mensajes en el teléfono explicando detalladamente cómo reaccionar ante una hipotética detención e incluso qué había que hacer si te cogían los datos, lo importante que era no declarar; y concluían en mayúsculas: “Sobre todo, no violencia, siempre pasivos”. Mientras escribo estas lí­neas, viernes por la tarde, los estudiantes enarbolan estelades en Barcelona y agitan un espíritu que amplifica el derecho a decidir. “Parece un Mayo del 68 hipster”, me dice un amigo. Y como entonces, no son pocos quienes con­tienen el aliento. En estas ocasiones nunca se sabe de qué lado de la red caerá la euforia, hasta que lo hace.

La causa catalana empieza a ser vista desde diferentes lugares del mundo como la paradoja del horizonte, que puede tener montañas o no, pero cuyo anhelo se ha corporizado y es ya imparable el deseo de alcanzarlo. Fue el filósofo francés Jules de Gaultier quien acuñó el término bovarismo, que recogen todos los manuales de psicología. Hace referencia al personaje central de la Madame Bovary flaubertiana, convertido en el estereotipo de la insatisfacción, pero supera el anhelo de Emma, ampliándolo a todas las ilusiones que los individuos –o los pueblos– se forjan sobre ellos mismos y luchan por satisfacer. El propio Flaubert nos advirtió de que el presente suele es­capársenos porque “el futuro nos ­tortura y el pasado nos encadena”. No es el caso de hoy, día de presente ­continuo.

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Martin Martin

    Curioso: Se le llama “fuerzas democráticas” a los efectivos armados que dejaron un tendal de 840 heridos, de los cuales dos muy graves, que a su vez eran los “golpistas de estado” por pretender echar una boleta en una urna para definir sus destinos.
    ¡No me digas que el lenguaje no es una maravilla!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.