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Repulsión

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Ya no estamos hablando de la bronca política de siempre, amenizada por las bancadas pateando la tarima del Congreso, ni de las esgrimas dialécticas que requieren escupidero y acaban por empequeñecer más al matón que al conejo. Hoy, el clima de odio, de hostia seca y planchada, arrecia entre la clase política y el electorado más militante del tal forma que llega a resultar incómodo que los contrarios se sienten en una misma mesa, donde antes comían todos. La falta de entendimiento para gobernar se gesticula con brusquedad y plantones, elevando el volumen del insulto, enfrentando a hermanos políticos pero también a familias biológicas. Es el resultado de una radicalización de posiciones, de bandos territoriales e ideológicos desprovistos de voluntad de sutura, que desconsuela a aquellos que pretendemos que la vida sea más fácil porque al fin y al cabo todos moriremos.

Los gatos más viejos permanecen atónitos ante la pelea, con la misma mirada que Luis de Guindos cuando lo del beso entre Iglesias y Domènech, y los primeras espadas sudan la camisa y tiran de coraje y mala baba. Todos dan calabazas a Sánchez y a Rivera, como si fueran cónyuges despechados que evitan hablarse. Y reproducen ese mal rollo de escena de dormitorio congelada y muda, cortada por cuchillos en el aire. La nueva izquierda le saca a los partidos sénior sus peores antepasados: manos manchadas frente a manos lavadas con Lux. En Barcelona, la alcaldesa Ada Colau se arroja a los militares en un escenario tan blanco como el Saló de l’Ensenyament y les pide que mejor se larguen con su stand. “Ya sabes que nosotros como Ayuntamiento preferimos que no haya presencia militar en el salón”. El folklore izquierdista causa estragos y demuestra que no logra jubilar la idea de un ejército de otra época, aunque hoy sea la institución más valorada de la sociedad española y hace unos años le pasara revista una mujer embarazada.

Buenos y malos, militares y civiles, rastafaris y casta, nos enfrentamos a un panorama desalentador para la convivencia, arremangado por ese costumbrismo de derechas que se pone muy mal educado y arrufa las narices ante el cambio.

Las sacudidas del odio embrutecen pero a la vez mueven el mundo; algunas provocan salvajadas y otras logran auténticas heroicidades. La editorial Adriana Hidalgo acaba de publicar una antología de textos misántropos de grandes autores: Oda al odio, que compila y prologa Ariel Magnus. En su prólogo escribe: “Preferir al misántropo puro, casi tautológico, ese que no tiene razones personales para su aversión, no debe impedirnos comprender que también otras causas, por muy individuales, y en este sentido, despreciables que sean, pueden gestar un odio sincero y bello”. Dicen que el odio puede ser una forma de expresar amor, pero nuestros líderes políticos demuestran que el suyo tan sólo es una forma de repulsión.

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. superj a 10.710 km superj a 10.710 km

    humanum est…
    odio, ¿sincero y bello?

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