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Cortesana de Estado

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Fue también una cortesana, no tan brillante y maligna como la Pompadour, que se impuso en Versalles, donde entretenía a Luis XV con sus insolencias y sus intrigas políticas. Aquella joven sonrosada, hija de un conductor de caballos, que ascendió en la corte por su belleza y sus pericias, fue odiada por el pueblo, llorada a su muerte por el rey y considerada por Voltaire una filósofa. “Excepto la felicidad de estar con el rey, el resto no es más que un catálogo de maldades, mediocridades, de todas las miserias de las que los pobres humanos son capaces”, le escribió a su hermano. Un siglo después de que la Pompadour muriese de pulmonía, nacía en Pensilvania Bessie Wallis Warfield, hija de una pareja que aún no había tenido tiempo de casarse. Y, como la amante de Luis XV, llegó a infiltrarse en una corte que la temía y la maldecía a partes iguales; eso sí, no llegó a reina. Sería la primera duquesa de Windsor.

Su padre murió joven y el ascensor burgués elevó socialmente a la madre con una segunda boda, mientras los abuelos le pagaban una buena escuela a Wallis. Enseguida se distinguió por su impertinencia y su carácter dominante. Siempre se ha escrito que no era guapa, para, a continuación, explicitarse que fue la más elegante, un símbolo de perfección estética. No tengo dudas de que el aire cortante que desprendía su presencia procedía de su insobornable seguridad, la de quien siempre miraba a la cámara elevando clavículas, barbilla y cejas. Tenía unos pómulos demasiado prominentes y una sonrisa invertida, como de clown, pero aún así logró ser admirada. Fue una fea que subvirtió los cánones en pos de su carisma y sus ambiciones.

Su principal misión, a los 18 años, consistió en encontrar un marido rico. Se casó con un aviador que resultó ser alcohólico y celoso. Según no pocos de sus biógrafos, en China, donde se trasladó a vivir la pareja, frecuentó casas de apuestas y burdeles, estuvo implicada en tráfico de drogas y ejerció labores de espía. Uno de sus amantes, el conde Galezzano Ciano, yerno de Mussolini, la instruyó en el fascismo. Nada más divorciarse se casó de nuevo, con un inglés rico y refinado, Ernest Aldrich Simpson, quien la llevó a las fiestas de la campiña con el príncipe de Gales. Se enamoraron. No hubo vuelta atrás. Jaque mate a la flema inglesa: doblemente divorciada, filonazi, maquiavélica, amante del lujo, coleccionista de hombres. Y embobó al rey que abdicaría por amor, el que aseguró no poder asumir su responsabilidad sin el apoyo de la mujer a la que amaba. Se casaron en un castillo del valle del Loira y por supuesto nadie de la familia real británica fue a la boda.

Para encender su popularidad, Cecil Beaton realizó un reportaje de Wallis en el castillo Candé, quien, para la ocasión, vistió de un traje de Schiaparelli de estilo neoclásico, pero con la langosta de Dalí estampada sobre la tela. La duquesa de Windsor paseaba temple y osadía, aunque sobre todo desprecio. Como del que haría gala tras la invasión alemana del norte de Francia y los primeros bombardeos sobre Gran Bretaña, en mayo de 1940, al declarar a un periodista: “No puedo decir que sienta lástima por ellos”. La pareja escapó del conflicto y se instaló en Bahamas, donde Churchill había nombrado gobernador al duque; ella se consagró a las obras de la Cruz Roja, pero en su correspondencia no deja de menospreciar a la población local llamándoles “negros perezosos”.

Murió en fuga, demente, sola y triste desde la muerte de Edward. Ahora se cumplen 30 años de su muerte. Nunca sobresalió como alma caritativa, pero en su testamento sorprendió con la donación de su joyero, una vez subastado, al Instituto Pasteur. Recaudó 45 millones de dólares para la investigación, un final impredecible para una mujer tan elegante como venenosa.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. superj a 10.710 km superj a 10.710 km

    luminoso
    hipersensible
    “hija de una pareja q aún no había tenido tiempo de casarse”
    excelente definición
    a mí me parece infinitamente + fácil de entender el personaje pompadour q el de wallis
    la primera no hizo abdicar a nadie
    y la segunda… uf, sobredosis, demasiéparaelbody
    ¿excede la capacidad de imaginación?
    ¿o es falta de sensibilidad?
    y en ambos casos, sobredosis de envidia
    saluda atte a ud q. s. m.b.

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