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Las palabras de cada día

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Me recibe en zapatillas de cuadros destaconadas junto a su mujer, María José, treinta años juntos y dos hijos mayores. Ella es alta y flaca, profesora, la primera en leer los originales de las 16 novelas que ha publicado Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). Desde que he iniciado esta serie es la primera vez que entra en escena la pareja del escritor, sin duda un asunto muy interesante. Desprenden una cordialidad natural; la atmósfera es de piso de estudiantes.

El escritorio ocupa un extremo de la casa y sus ventanales recortan una esquina del Eixample. Una escalera metálica de bricolaje se apoya entre los libros. Le pregunto si está allí para alcanzar los más altos :“No, no sabemos donde dejarla ”. El ordenador, un HP, está conectado aun disco duro externo. El miedo a perder sólo se combate actualizando la copia de seguridad: hace dos diarias. Escribe un folio todos los días del año. Se pone horario para no perder el tiempo en internet: de 14.30 a 18.00. Más le agota .“No le puedo pedir nada más a la vida: me dedico a escribir y a leer. Puedo despertarme tarde, leer tres horas cada noche, ir al cine, tomarme el tiempo de leer tres periódicos en los bares del barrio, escuchar conversaciones…”. Se compara con un arte sano que cepilla la madera cuando revisa los párrafos ,“soy muy tiquismiquis, pero lo más bonito es corregir, rectificar como el sastre ”.

Pisón se ha apropiado de un tiempo descomprimido :“Hay que tener horas tontas para poder dedicarte a escribir. Los personajes tienen que vivir en tu cabeza, no sólo cuando estás escribiendo; necesitas que pase mucho tiempo para que la historia crezca por sí mima”. Pisoncito le llamaban los mayores, Vila-Matas o Fernández Cubas, cuando ya era un autor exitoso con 36 años y sus Carreteras secundarias. Pronto dejó de ser “un joven escritor que se buscaba a sí mismo”. “Leer y escribir son dos placeres que están comunicados. Qué maravilla pensar que mi vida consiste en eso. Lo que me gusta es lo que me da el pan”. Cuando termina un novela –cada tres años– no se queda vacío ,“me faltan días ”.

En casa no fuma ni bebe, sólo en la calle, algo que se prohibió así mismo y le resulta fácil :“No se trata de voluntad, es un hábito, porque el hábito permanece, en cambio la voluntad puede fallar. El hábito es como el abrigo que te pones”. Martínez de Pisón se parece a su escritura: no le sobra ninguna palabra. Le pregunto si tiene manías léxicas .“Las palabras son gratis, pero algunas parecen caras y otras pura bisutería. La gente que no sabe escribir abusa de las caras. No me gustan los que creen que la literatura tiene que enaltecer la realidad. Hay palabras cursis que no forman parte de la vida real. Jamás me verás utilizar estío; me gustan las palabras de todos los días ”, afirma.

El autor define un buen texto como aquel que desprende un conocimiento del alma humana poniendo en juego un oído fino, una característica que cree que guarda relación con el estilo en el vestir: “Llevar muchas pulseras o pañuelos en la solapa es como si te pusieras muchos adjetivos”. Detesta los pero sin embargo y los yes que. No usa emociones porque “es infantil”. Afirma que escribir bien es difícil: “Hay prosas pedregosas y otras naturales, que permiten deslizarse por encima ”.

Ignacio Martínez Pisón habla rápido y pregunta mucho. Enfoca su curiosidad. También reflexiona sobre el bypass al que fue sometida la tradición de la narrativa realista .“La literatura es una buena herramienta para interrogarnos sobre la época que nos ha tocado vivir ”. Por si acaso, él sigue leyendo los breves de los periódicos locales que traen historias de riñas de bar y timadores tristes.

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Filocada Filocada

    Me pregunto si esa disciplina tan placentera de escritor permanecera toda su vida, sería bastante afortunado si es así.

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