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Las chicas son guerreras

Mad Men

Qué jóvenes tan resueltas, combativas, lenguaraces. Tanto que aún cuesta que en un plató les den trato de señoras. Para empezar, apelan a una nueva política y reclaman su feminización, como sostenía Ada Colau a Jordi Évole: “Mujeres jóvenes frente a señores mayores que lo saben todo porque su misión es mostrarse seguros… pero es difícil saber de todo”. Los gatos persas -mucho mejor que la casta-, como denomina mi amiga Maria Reig a los señores que detentan el poder en estado de parálisis, pues les basta ronronear y mover los bigotes bien instalados sobre los almohadones de consejero. “Señorito Inda”, insistió en repetir Tania Sánchez, prometedora aspirante a la alcaldía de Madrid, en La Sexta noche hasta que el periodista la llamó por fin señora, igual que hacíamos las de mi generación -aunque más tímidamente- cuando nos llamaban así por no haber matrimoniado con un señor.

Hay contertulios que, condescendientes con las mujeres que debaten, insisten en psicologizarlas, y continúo con el programa de La Sexta del pasado fin de semana: “¿Por qué estás siempre tan enfadada?”, le preguntaban a Tania, pareja de Pablo Iglesias, acusada de hacer publicidad gratis a Podemos. Son recursos para investir de superioridad su discurso y desautorizar el tono combativo que remueve a estas aguerridas políticas y tertulianas treintañeras que han barrido los complejos y nada tienen que ver con generaciones anteriores, llámense Luisa Fernanda Rudi, Trinidad Jiménez o incluso Sáenz de Santamaría. Apenas se les nota el paso por la sala de maquillaje, y aunque lleven papeles casi ni los miran. Hablan de corrido, sin muletillas, y se ponen chulas cuando las interrumpen o las ignoran. No huyen del cara a cara ni se callan casi nada, como hace una de las maestras de esta escuela, la periodista Ana Pastor. Preparadas, con un desarrollado olfato social, acostumbradas al mileurismo, saltaron de Doctor en Alaska a The wire; nunca fueron modositas ni estamparon carpetas con los chicos de Sensación de vivir, más bien teenage riots a quienes aún les quedan marcas de piercings y tatuajes.

En una ocasión, hace ya una década, me invitaron a uno de los primeros 59 segundos, junto a Carlos Carnicero y Pedro J., entre otros. Lo pasé francamente mal. “¿Qué hago yo aquí?”, me preguntaba durante las dos interminables horas de grabación, en las que incluso tuve tiempo de aburrirme. Llevarles la contraria a aquellos colegas tan excitados y enrojecidos era como entrar en la jaula de los leones. Aunque, si hubieran estado allí Carmen Morodo, Ana Pastor, Mònica Oltra, Ada Colau, Carolina Bescansa o Tania Sánchez, seguro que se hubiera ablandado aquel intenso olor a testosterona.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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