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El cementerio de la moda

Hay días en que las hijas sueltan frases que te golpean directamente al estómago: “Tú no eres como las otras madres”. Y, a pesar del disimulo, enumeras calladamente esas torpezas y excentricidades que probablemente las acomplejen. Aunque alguna vez yerran. “¿Quién llama a una modista para que venga a arreglarle la ropa?”, me soltaron una vez. Tener una modista en tu vida es esencial para ir adaptando esas prendas que te acompañan desde hace años, cuya perfección raya la insolencia. Y, además, ese acto produce una sensación de máxima eficacia. “Arreglar ropa es ir a contracorriente”, afirma Marta D. Riezu en su recomendable ensayo La moda justa (Nuevos Cuadernos Anagrama). Y añade: “Rehabilitar es creer que una economía virtuosa del objeto es posible. Implica autosuficiencia, concentración y paciencia. (…) Conectamos con el capital humano que permitió su creación. Es menos probable que lo consideremos desechable. En la fragilidad del objeto vemos la nuestra”.

A mediados de los setenta apareció la llamada moda pronta –hoy, rápida–, y de los patrones de Aeene Burda que las mujeres cosían con la Singer, se pasó a comprar la ropa a kilos. Prendas de bajo coste, hechas de tejidos sintéticos e inspiradas en las tendencias que pronto terminan en vertederos como residuos de difícil descomposición. Siempre he sentido aversión por la moda que se declara barata, pues, a pesar de su voluntad democratizadora, golpea la dignidad de la costura. La siento un sucedáneo que mi piel no merece. Ropa que pica, huele a petróleo y lleva etiquetas sospechosas, que cubre carencias y urgencias bajo el desinterés del manido “a mí me da igual qué pongo”. Su demanda ha sido brutal, y también golosa, tanto que en cinco años se ha duplicado la producción textil realizada por fábricas de esclavos –niños incluidos– que trabajan en condiciones infrahumanas.

El pasado 30 de marzo la UE aprobó una vieja demanda, un plan que pretende que, en diez años, todas las prendas estén fabricadas con materiales reciclables. Poco se habló en los medios. “Es hora de acabar con el modelo de ‘coger, hacer, romper y tirar’, tan perjudicial para nuestro planeta, nuestra salud y nuestra economía”, dijo el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans. Sus compromisos incluyen acabar con los talleres fantasma, los microplásticos y la ropa basura, dejar de contaminar. Pero deberán promover, en paralelo, un cambio de mentalidad que repare los hábitos insaciables, esos atracones de moda y deseo agonizantes.

Artículo publicado en La Vanguardia el 14 de abril de 2022.

Publicado en La Vanguardia

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