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Coco Chanel y la fusión de las artes

El Palais Galliera abre el 1 de Octubre con una muestra que ayuda a conocer mejor a la poliédrica diseñadora de moda y sus relaciones con gente del mundo del arte, el cine y la música.

1918 – Gabrielle Chanel con el dramaturgo Henry Bernstein y su hija. Ambos llevaban “traje spa” que inspiró a Chanel su “pijama playa”, antepasado del chándal.

Coco Chanel escribía lo menos posible, y destruía metódicamente sus papeles personales, cartas y documentos de archivo, llegando a quemarlos en la chimenea. Le aterrorizaba que alguien escribiera su vida pasando el filtro de la biografía a su fabulación. Ella creó un personaje, un doble público tras el que Gabrielle podía esconderse en favor del agigantado mito Chanel. Decidió reescribir su propia vida –alejándose del orfanato de Aubazine, de sus comienzos como corista y unos años sórdidos–, para lo que contó con la ayuda de amigos como Paul Morand, que si bien no llegó a escribir su biografía, sí se permitió firmar libros de aforismos y anécdotas deliciosas, como “El aire del tiempo”.  Paralelamente a su fama como modista, fue capaz de entretejer una personal historia de las artes.

Chanel fue una modista conceptual que se rodeó de intelectuales y aristócratas, consiguió que su ropa marcara un cambio de silueta y otorgó una nueva proyección identitaria a las mujeres. Controvertida, exigente, difícil, fue amiga de Misia y José María Sert, Picasso, Cocteau, Diáguilev o Stravinski –del que fue amante, igual que Pierre Reverdy–, y colaboró con Dalí, Luchino Visconti, Alain Resnais, Louis Malle y François Truffaut. A su alrededor se fue creando una constelación formada por algunos de los más destacados artistas del siglo XX que ahora difunde la maison a través de su web inside.chanel.com -una iniciativa que se inició en 2012 para divulgar su legado, sus creaciones icónicas y, ahora su relación con la cultura. Se trata de pequeños insuflados por la vanguardia que llegan en un trimestre importante para Chanel. El próximo 1 de octubre se reabrirá el Palais Galliera –cuya remodelación ha sido financiada por la firma–, que acogerá la exposición  Gabrielle “Chanel. Manifeste de Mode”, la más relevante realizada hasta la actualidad. Y, a finales del agosto pasado, coincidiendo con el Festival du Cinéma Américain de Deauville –allí fue donde abrió su primera boutique en 1913–, Vanessa Paradis, embajadora de la marca, cortó la cinta que bautizaba una plaza con su nombre.

Gabrielle Chanel en la playa del Lido con Misia y José Maria Sert y Madame Philippe Berthelot.

“La creación es un don artístico, una colaboración del diseñador con su tiempo. La moda no existe solo en los trajes, está en el aire, es el viento que la trae, la hace presente, la respiramos, ella está por todas partes. La moda tiene que saber expresar nuestro tiempo, el lugar, el momento.” Afirmaba la creadora.

Su gran amor, Boy Capel, era un intelectual exquisito de rebuscado orientalismo, amante de la danza y la ópera, con quien compartía pasiones, amorosa y bibliófila. Con otro de sus amantes, el duque de Westminster,  tenía en común el ideal heroico de la libertad del artista y del poeta. El duque, afín a la Societé Baudelaire, quiso convencer a Coco para que realizara el vestuario de un espectáculo concebido a partir de las “Flores del Mal”. Ella declinó la propuesta, pero participó en el diccionario de la sociedad contribuyendo a definir la elegancia francesa como un componente del dandismo. Unos años más tarde, en 1935, Coco afirmó no solo estar preparada para diseñar el vestuario de la obra, sino que quería crear una colección sobre los diferentes rostros de la mujer, inspirada por el poema “La voz”. Le contestaron que la rehabilitación de Baudelaire era un ámbito reservado a los intelectuales. Tal desplante hizo dimitir al comité de la sociedad, presidido por el pintor Limouse. 20 años más tarde, Limouse crearía el Musée Limouse des Fleurs du Mal, al que Chanel donó varios –y valiosos– regalos del duque de Westminster. Con la máxima discreción, ayudó también a numerosos artistas y auxilió a amigos. De ahí las palabras de Morand cuando le dedicó uno de sus libros: “A Coco Chanel, amiga de las causas desesperadas”. Sin duda, su infancia marcada a fuego le obligaba a dulcificar las fatigas extremas de sus amigos.

Chanel con su amiga Marthe Davelli, actriz e interprete de opera.

En uno de los cortos proyectados en Inside Chanel puede escucharse su voz afirmando que quiere financiar “La consagración de la primavera” de Stravinsky producida por los Ballets Rusos de Diáguilev, aunque ponía una sola condición: “que fuera un secreto”. Fue la primera de las colaboraciones con los Ballets, que para ella simbolizaban movimiento, expresión y descompresión. Se hizo cargo de los vestuarios de “Le Train Bleu” (1924), A”pollon Musagète” (1929) y “Bacchanale” (1939), junto a Salvador Dalí. Nada que ver con los trajes encorsetados de los bailarines, en su lugar: vuelo, comodidad y atrevimiento.

El cine fue otra de sus máximas pasiones. Colaboró con cineastas como Jean Renoir, para quien diseñó el vestuario de una de las mayores obras maestras de la historia del cine francés: “La regla del juego” (1939). Y fue ella quien tuvo la idea de ponerle la gabardina y la boina a Michelle Morgan en “El muelles de las brumas” (1938). Durante sus años en Hollywood trabajó para el todopoderoso Samuel Goldwyn y vistió a Greta Garbo, Marlene Dietrich y Gloria Swanson. Pero no quiso ser absorbida por el glamur, la presión y los clichés de la meca del cine, y regresó a París, donde, a sus 70 años, fue adorada por las divas de la Nouvelle Vague. Jeanne Moreau quiso que la vistiera en “Las amistades peligrosas” (1959) de Roger Vadim, y Truffaut filmó a Delphine Seyrig en su boutique de la rue Cambon para “Besos robados” (1968) eligiendo los clásicos zapatos bicolor de la firma. Y el diseño de la polémica “El año pasado en Marienbad” (1961) –cuya copia original ha sido restaurada recientemente por la firma– es una auténtica leyenda del vestuario cinematográfico. Y no solo eso: presentó a Visconti y Renoir, igual que a Zefirelli y Vadim. Conectaba talentos y deseos, y empezó a augurar la importancia de las actrices para la moda, vistiendo a Elisabeth Taylor, Jane Fonda, Anouk Aimée o Catherine Deneuve.

1938 – Gabrielle Chanel y Vera de Bosset Soudeikine (se casará con Igor Stravinsky en 1940), Igor Stravinsky, Marie-Laure de Noailles (protectora de la artes), Serge Lifar (bailarín y coreógrafa), Yvonne Giraud (violinista) y Jacques Février (pianista) en una cena ofrecida por Misia Sert.

Su biblioteca impresiona, y no solo por las magníficas encuadernaciones en piel de Germaine Schroeder o la afortunadísima elección de autores y títulos, de Lautrémont a Rilke, pasando por Verlaine, Mallarmé, Valery o Gide, sin olvidar a los jóvenes turcos de la vanguardia surrealista, Breton, Aragon, Éluard y compañía. Ya hemos citado a Morand, pero fue Reverdy, con quien tuvo una breve relación y al que protegió y ayudó siempre –conquienl inventó el marketing de la moda y consolidó su facilidad para los aforismos–, y Jean Cocteau, amigo y confidente fiel, fueron igualmente importantísimos en su vida. Cocteau fue el primero en solicitar sus servicios para diseñar el vestuario de su “Antigona” (1922), con música de Arthur Honegger, decorados de Picasso y Antonin Artaud en el papel de Tiresias. Coco nunca olvidó aquello y ayudó a Cocteau en sus curas de desintoxicación. “Hay que hablar de la moda con entusiasmo, pero sin demencia. Y sobre todo sin poesía –acusaba a grandes escritores, incluso al propio Cocteau, de escribir poesía costurera–. Un traje no es ni una tragedia ni un cuadro, es una encantadora y efímera creación, no una obra de arte eterna. La moda debe morir y morir rápido, para que el comercio pueda vivir”.

Marcaba con una simple “C” a lápiz el extremo superior derecho de la primera página aquellos libros que sentía verdaderamente suyos, de los que no se separó nunca. En una ocasión, al enterarse que Cocteau había recitado la (larga) lista de sus obras de beneficencia artística en el cabaret Le Boef sur le toit, se lo recriminó públicamente a gritos: “¡Me van a tomar por una hermana de la caridad!”.

La Vanguardia Magazine – 27 de Septiembre 2020

Publicado en Culturas (La Vanguardia) La Vanguardia

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