Saltar al contenido →

Fluidez sexual

4bb929c8ea8cecdc3c83cb081ca05d09

“Actúo sin pensar”. Es una frase que podría aplicarse a trabajos arduos, en los que hay que separar cabeza y cuerpo para no echarse a temblar, difícilmente imaginable en boca de cualquiera que detente altas responsabilidades. Pero ahí está Donald Trump, que como todos suponíamos reconoce no reflexionar demasiado, y simplemente “hace cosas”. En su libro El candidato y la furia (La Huerta Grande), el periodista Argemino Barro recoge aspectos pintorescos del Presidente, que, al lado de su FLOTUS , se ha disfrazado estos días de scout millonario a fin de repartir bandejas de comida y juguetes como si los hangares para los desahuciados por Irma acogieran una fiesta de cumpleaños. Trump no piensa, pero actúa de película. Y, para aliviar el drama de Texas y Florida, Donald y Melania han querido emular el estilo de los superhéroes, ella más que él: con una chaqueta abotonada roja de aire retro; tanto que las redes se han llenado de comparativas con aquellas lagartas extraterrestres de la serie ochentera “V”.

El presidente desayuna cada día una inyección de autoestima, su mejor multivitamínico: a las seis de la madrugada revisa ya la selección de noticias que le han preparado para subirle el ego. Además, siempre tiene a mano los vídeos de sus grandes éxitos: Donny en los casinos y en los concursos de misses, haciendo unos hoyos en verdes campos de golf o logrando que la audiencia se meara de la risa cuando presentaba el reality Celebrity Apprentice y humillaba a sus concursantes. Se encanta: ahí radica buena parte de su éxito. En su juventud fue un matón obsesionado con ganarlo todo, dice Barro: “su estilo violento, que le sale de forma natural, queda muy bien el televisión; es morboso e interesante”. Ojo con subestimar a los burros, a los simplistas, a los demagogos e incluso a los machistas, sumidos ahora en la melancolía. Porque, te llames Juan y medio y cortes zafiamente la falda de tu compañera, o seas Javier Marías y taches de monjas a las femis, te van a mirar igual que a una pieza de arqueología. L@s chaval@s les llaman pollaviejas, con perdón.

Vivimos un tiempo de fluidez sexual. Así se denomina a la indeterminación o al sin género. Bisexuales, nómadas, curiosos y creativos. La androginia es más que una pose, forma parte de un ánimo que los jóvenes gallardos pasean con parsimonia. En Madrid ahora no se les llama travestis ni transexuales, sino “los Palomos”, criaturas pálidas y escuálidas, con pelo en las axilas, que desfilaron el jueves inaugurando en off la Madrid Fashion Week en el Hotel Wellington. El fenómeno ya ha cruzado fronteras. En un año todo el mundo se rifa a Alejandro Gómez Palomo, veinteañero cordobés graduado en el London College of Fashion. Ha sido bendecido por Almodóvar, con quien tiene mucho en común: una madre mentora, Manoli, un origen folklórico –él sigue viviendo y trabajando en Posadas– y una tribu urbana de desplazados que se mueven a su alrededor. Hijo de señoritos que se han volcado para que el niño triunfe, luce siempre joyas de su abuela, se pone colorete y rímel, es devoto de las procesiones –instagramea vírgenes– y Beyoncé o Miley Cyrus han lucido sus trajes. Hay un maximalismo kitsch y barroco en su moda que conecta con la llamada generación de cristal y sus aspiraciones estéticas. Otro creador andaluz y premiado, Moisés Nieto, desfiló también lejos de las luces Ifema, en el Jardín Botánico, donde presentó una colección inspirada en las mujeres de Picasso. “Todas tienen un perfil similar, asociado a la depresión y el caos. Aún así son mujeres fuertes, con un gran conocimiento artístico”. En los noventa, el tema de las colecciones era más amplio: África, o el propio Picasso; ahora son sus mujeres, espesadas y atónitas. Otros nombres, Maria Ke K, o Mane Mane han conseguido extremar lo raro, son diseñadores de culto, y beben del artefacto, barriendo la uniformidad. Aires del Cirque du Soleil, Galliano, Mugler, de la estética de Cindy Sherman combinada con lo tribal y lo discotequero, constructivismo y carnaval, así viste esa nueva modernidad. Del ruido de la calle hacen prendas en talleres españoles con mensajes muy autodeterminados: cuerpos que quieren salir del cuerpo porque, a pesar de todo, tienen grandes esperanzas.

Publicado en La Vanguardia

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.