Saltar al contenido →

¿De qué te ríes?

Tuvimos Navidad electoral y votamos comiendo los turrones, y ahora tenemos verano poscomicios, a pesar de que ya calcemos las alpargatas sobre el asfalto hirviente. Aun así arrastraremos la incertidumbre de cómo será gobernada España hasta bien entrado agosto. La temporalidad sagrada que hacía respetar sus paréntesis estacionales también se ha fragmentado. No hay tregua en el desenredo de la actualidad política a fin de devolver una estabilidad que contribuya a subir el ánimo y mover el consumo. “A recuperar la confianza de los mercados”, dicen. Pero la confianza se ha hecho añicos y aquellos que se han insultado a la cara deberán acordar cómo salir ganando a medias, cada uno con un montoncito. Cambiarán de parecer en algunos asuntos otrora “innegociables” por exigencias del guion pactista igual que las actrices cuando justifican un desnudo.

Las máscaras mandan más que las personas, y nuestros líderes desafían al acto reflejo que activa el área de la corteza temporal al contemplar un rostro y ordena a las comisuras que se levanten. La represión de la sonrisa es un efecto colateral del caos. Ocurre en los funerales: la gente al saludarse a menudo contiene su espontaneidad y reconduce los labios a la línea recta, pero hay quienes olvidan por unos segundos que están acompañando a un muerto, pues es imposible amordazar la vida que fluye, incontenible.

Un psicólogo polaco, el doctor Kuba Krys, ha profundizado en un fenómeno sociocultural etiquetado como “control de incertidumbre”. Las sociedades que puntúan bajo en esa escala tienen sistemas sociales inestables, y así sus ciudadanos ven el futuro más impredecible e incontrolable. “¿Por qué sonríes cuando tu destino es un lobo invisible que está a punto de despedazarte? Es muy posible que en los países con bajo control de la incertidumbre uno sea considerado incluso un estúpido por hacerlo”, escribe Olga Khazan en The Atlantic en un artículo sobre esta investigación, que también afirma que la sonrisa está igualmente mal vista en los países con alto índice de corrupción.

La polarización siempre asfixia sus extremos. De la feria al velatorio. De “viene la nueva izquierda” a “se queda la derecha de siempre”. Durante estos días uno de los asuntos que más nos han entretenido se refiere a la sonrisa de Pablo Iglesias. Nunca se había visto tanto interés en que la perdiera, a pesar de contar con 71 escaños.

En El nombre de la rosa el benedictino Jorge de Burgos afirmaba que “la risa es un viento diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos”. Cierto es, son los únicos animales, con nosotros, que ríen. Y hay monos de feria capaces de dejar asomar sus emociones tras las rejas. Como nosotros.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *