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Aute y Gil de Biedma: una historia de Manila

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Gumersindo Aute y Amparo Gutiérrez-Répide se conocieron en Manila. Él era un joven sin pereza que había llegado desde Barcelona, enviado por la compañía Tabacos de Filipinas. Ella era una dama española –madre valenciana, padre de Santander– afincada en la excolonia, que hablaba tagalo e inglés: “La mujer más bella de Oriente”, no se cansaría de repetir, desde que la conoció, el poeta Jaime Gil de Biedma.

En 1943, de la unión de la pareja, nació en la capital Luis Eduardo Aute Gutiérrez, un bebé acunado por los bombardeos estratégicos de las fuerzas de liberación al mando del general MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur. La 1.ª División de Caballería, en el norte, el 8.º de Caballería, en la zona de la universidad, la ubicua 37.ª División de Infantería y la 11.ª División Aerotransportada, en el sur, cercaron Manila durante un mes, batallando contra las tropas de defensa lideradas por el general Yamashita, hasta entrar en la ciudad y tomarla calle por calle, casa por casa. El historiador norteamericano Robert R. Smith describe el estado en que quedó Intramuros con lacónica precisión: “prácticamente arrasada”. ­Aute, hombre de meditaciones, estilográfica y cigarrillo, recuerda aquellos “escombros y más escombros”. Qué efecto debe de pro­ducirse en la memoria más subterránea cuando uno de los recuerdos infantiles es el de haber sobrevivido escondido con tus padres “debajo de una cama, tapados con colchones, en el Hospital General. Había muertos alrededor, y el olor a muerto es algo que se me ha quedado grabado”. Cayeron alrededor de 150.000 civiles.

Años después, en el colegio de los Hermanos de la Salle, el niño Aute sacaba malas notas menos en dibujo. A los ocho años ya quería ser pintor. En Manila, la ciudad más bombardeada en la Segunda Guerra Mundial después de Dresde, no había casi nada que hacer: ni siquiera había ciudad. Sólo había quedado intacta una librería cerca del Malecón, donde padre e hijo solían pasar las tardes. “Mi padre iba por allí para ver revistas y yo me sentaba en una mesa donde había libros de arte, y me quedaba admirado con los cuadros de los pintores clásicos. Empecé a copiar las pinturas renacentistas, de Rubens a Botticelli. La maja desnuda de Goya me impactó mucho, sentí lo voluptuoso, lo obsceno, el vello púbico…”.

En la casa entraba y salía gente, españoles que traían noticias de un país de estropajo y mordaza. Entonces Gumersindo era el jefe de la Sección de Compra de aceite de coco en Tabacos de Filipinas, y un joven Jaime Gil de Biedma, hijo del director de la compañía, viajaba con frecuencia a supervisar la tabacalera, hasta que en 1956 se instaló en Manila, en calidad de abogado y secretario general de la compañía, para realizar un informe sobre la administración general en las islas y su legislación. También escribiría el diario Las islas de Circe, que mantuvo inédito hasta su muerte y que junto al Diario de un artista seriamente enfermo, publicado en 1974, componen el volumen Retrato del artista en 1956 . “Sin el viaje a Filipinas no me hubiera propuesto escribirlo, es verdad; pero a veces me sorprendo sospechando que si no hubiese llevado un diario no hubiese caído tuberculoso al regresar a España. Era necesario que algo ocurriese. Mil novecientos cincuenta y seis me parece un año simbólico y decisivo, y en gran parte lo atribuyo al diario”, confesaría el poeta años más tarde.

Por aquel entonces, al padre de Aute –con su familia– ya lo habían mandado de regreso a Barcelona. “Las cosas salieron mal”, recuerda el artista. Años más tarde, cuando ya había triunfado sobre los escenarios, en sus visitas a Barcelona se reencontraba a menudo con Gil de Biedma: “Casi siempre en Bocaccio, solía estar con Salvador Clotas, y hablábamos de poesía y de Filipinas. Era un placer conversar con él. Fue un poeta que logró la lúcida esencialidad de la poesía”. Una noche, el autor de Según sentencia del tiempo y En favor de venus le contó un proyecto: quería que él musicara algunos de sus poemas y otros de Manuel Machado para que los cantara Marisol. Había escuchado su último disco, que reunía nueve canciones compuestas por Aute exclusivamente para ella, y se había decidido a hacer realidad una idea que desde hacía tiempo le rondaba la cabeza: que Marisol le pusiera voz a sus versos. Antes, haría falta recordar qué podía representar Marisol para talantes como los protagonistas de esta historia. “Marisol, nuestra Marisol nacional, esa especie de Brigitte Bardot adolescente en que se ha convertido la niña”. Así la introducía Paco Umbral en una semblanza de ella, Sociología de una ninfa, publicada en 1969 e inspirada en el ensayo que Simone de Beau­voir dedicó al fenómeno Bardot (Brigitte Bardot y el personaje de Lolita, 1965). El entorno de la musa y sus fans le pusieron verde por presentarla como lo que era, un fenómeno mediático cocinado por los Goyanes para conseguir el éxito de otros niños prodigio de la época, como Pablito Calvo o Joselito. En una columna posterior, en El País, en 1982, el autor de Mortal y rosa describía el paso de la niña prodigio a la mujer rebelde que pretendía matar al personaje: “El pelo de Marisol, Pepa Flores, entre el platino/Goyanes y el castaño oscuro original, en un término medio, es un rubio pasado por la sombra del pesimismo”.

“Fue una larga tarde de verano, creo recordar, de hace algo más de treinta años”, relata Luis Eduardo Aute. “Jaime, Pepa, Gades, mi mujer y yo nos encontramos en su casa de la calle Capitán Haya. Fue un encuentro amable, insólito en el sentido de que Jaime conoció personalmente a Pepa, a quien admiraba, además de como actriz, por la gran personalidad de su voz”. En aquella reunión de artistas genuinos se habló de poesía y de canciones, de la relación entre ambas, de la voz grave y cálida de Pepa, que Jaime encontraba muy adecuada para cantar sus poemas, también de cine. “La conversación entre ambos fue, sobre todo, una exaltación por parte de Jaime de las cualidades interpretativas de la voz de Pepa. Esta recibía esos elogios con emoción y con mucho pudor. Luego hablamos de la diferencia entre poema y canción… y también de danza, de flamenco, de coreografías… Gades estaba presente en todos los sentidos”. El reto propuesto por Gil de Biedma les parecía a todos emocionante y encantador, aunque Aute incide en que Marisol era “una persona muy tímida, con indisimuladas incertidumbres, y ya con la intención muy clara de alejarse definitivamente del mundo del espec­táculo. Intención que Gades apoyaba”.
Los Aute viven hoy muy cerca del parque de la Quinta de la Fuente del Berro de Madrid, que celebra el talento de poetas exquisitos, de Bécquer a Pushkin. Mientras desgranamos recuerdos de un tiempo que hoy parece tan extraordinario como lejano, hacemos buena aquella frase de Shakespeare según la cual “el pasado es un prólogo”. Al menos para nuestra historia de versos y acordes, de vivos y muertos, de olvido y recuerdo. La casa de los Aute es una especie de pequeño museo en el que el tiempo y el arte se han entrelazado para crear una atmósfera tan excelsa como irónica, oriental y afrancesada, una parada obligada para la bohemia artística de primer orden, donde hay dedicatorias desde Paul Bowles –“por favor, mándenme la canción”, firma en un dibujo– hasta las afectuosas dedicatorias de Ernesto Sábato. En las paredes cuelgan diversos dibujos de pintores, entre ellos, una cuartilla del Hotel Scribe de París, donde Jean Cocteau escribe: “À Marichu Rosado, salut amical” junto a uno de sus esbozos característicos. Armarios antiguos conservan viejas reliquias, frascos de Bohemia, Occidente, Budas y monaguillos gigantes, sombreros en el baño, encuadernaciones francesas, cajas de caoba con dragones de la fortuna… Pero lo que permanece, incluso por encima del artesonado del techo, es la huella de sus habitantes, de la familia Aute-Rosado.

Cerca de la chimenea, ocupa su trono un libro de Manila. Manila, siempre Manila, aunque no haya regresado jamás desde que se fuera, allá por 1951. Estaba a punto de embarcar hacía allí aquel fatídico 11 de septiembre en que Al Qaeda estrelló los aviones en las Torres Gemelas de Nueva York. Regresó a casa, su isla en Madrid, dice que sólo quiere volver con sus cuadros.

Luis Eduardo trae junto al café una carpeta rosa. Se lee: “Inéditas. Canciones o poemas: Jaime Gil de Biedma. Para Pepa Flores”. Aparecen un puñado de poemas: Ha venido a esa hora, llena de tachones y estrofas reescritas, comprimidas, en busca del compás de la canción; La vida a veces, impoluta, pero dedicada al pie a Marichu –compañera eterna de Aute y mujer de ojos negros: “Después de una conversación caótica y por lo tanto fructífera, de su amigo, Jaime”. Otro de los poemas que empezaron a salir de la carpeta para convertirse en música es A una dama joven, separada, con cesuras marcadas aquí y allá, y versos corregidos de mano del poeta: en lugar de “y una primera, mañana”, “y sucedió una mañana”, en vez de “tus sentimientos más bellos”, “tus sentimientos más tiernos”.

Sorprende que Gil de Biedma, según su sobrina Inés García-Albi, que no tenía noticia de este proyecto frustrado, creyera que su poesía no era fácilmente cantable, algo con lo que Aute difiere: “Sus poemas tienen una intensa musicalidad, contenida, clara, casi transparente. Eran unos textos de honda intimidad, por lo que pensé que la música debería brotar de la sonoridad, de la sen­cillez y la elegante tristeza de las palabras del poeta en cada texto”, cuenta.

Gil de Biedma, siempre basculando entre “la vida burguesa y la vie de chateaux” y el malditismo de su adorado Baudelaire, no pudo ver cumplido su deseo a pesar del empeño: “Me había dado los poemas corregidos a mano por él, con la intención de que fueran más fácilmente ­adaptables a canciones. Yo había empezado a trabajar ya en las músicas. Aquella noche quedamos en ­poner en marcha el disco, pronto. Pero Pepa, en situación crítica con Gades, ya no quería grabar”. Se separaron, y Marisol se retiró con rotundidad. No quiso saber nada más del público, de la prensa, de las canciones, del olimpo de los poetas. Ansiaba ser Pepa Flores, borrar su excepcionalidad con bayeta y lejía y vivir por fin una vida ordinaria y minúscula. Parece que él hubiese escrito aquellos versos del final de Noches del mes de junio, tan autobiográficos, como anticipado epitafio a lo que pudo ser: “La vida nos sujeta porque precisamente no es como la esperábamos”. Luis Eduardo Aute nunca grabó el disco: “Quería respetar la idea del poeta, que los cantara Pepa”. Pero el tiempo pasa y la carpeta de poemas corregidos de Gil de Biedma sigue en esta isla filipina de Madrid. En territorio Aute todo es posible.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

4 comentarios

  1. AUTE Y GIL DE BIEDMA: UNA HISTORIA DE MANILA

    La historia me parece muy bella aunque nos relata una parte cruda de lo que es la guerra y en una de las ciudades mas bombardeadas en la ll guerra mundial, lo ostil y duro de este ambiente.
    Es un texto muy hermoso, aveces equivocadamente pensamos que los artistas poetas y compositores se forman en un ambiente tranquilo e inspirador y no es asi sacan lo mejor con lo que les toca vivir.
    Me parece muy triste que existan poesias canciònes con tanta belleza y talento sin publicar ya que es un mensaje para la poblaciòn hoy en dia pero es de admirar el respeto que se le tiene a la idea del poeta

  2. AUTE Y GIL DE BIEDMA: UNA HISTORIA DE MANILA

    La historia me parece muy bella aunque nos relata una parte cruda de lo que es la guerra y en una de las ciudades mas bombardeadas en la ll guerra mundial, lo ostil y duro de este ambiente.
    Es un texto muy hermoso, aveces equivocadamente pensamos que los artistas poetas y compositores se forman en un ambiente tranquilo e inspirador y no es asi sacan lo mejor con lo que les toca vivir.
    Me parece muy triste que existan poesias canciònes con tanta belleza y talento sin publicar ya que es un mensaje para la poblaciòn hoy en dia pero es de admirar el respeto que se le tiene a la idea del poeta

  3. Dulce Maria Olvera Lorenzo Dulce Maria Olvera Lorenzo

    la historia me parecio muy buena y ala vez triste ya que todo va sobre la segunda guerra mundial y como cambiamos todos depues de tales actos que es capas de hacer el ser humano, ante otro ser humano

  4. Reyna Quiroga iturbide Reyna Quiroga iturbide

    pues ami me pareció una historia bonita aunque también relata hechos tristes por que habla sobre la guerra mundial y me parece muy triste. La historia es muy buena. las canciones y la poesía me gustaron

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