Saltar al contenido →

Mujeres que confiesan

Me pregunto qué circunstancias confluyen ahora para que tantas mujeres confiesen haber sido víctima de abusos sexuales. No solo en el Occidente de Bill Cosby –aumentan los testimonios de aquellas jóvenes a quienes violó con la ayuda de la metacualona– sino también en Pakistán o Egipto, donde la agresividad empieza en un cruce de miradas por la calle y acaba incluso en muerte. Ahí está el testimonio de la artista y activista india Sapna Bhavnani, que ha sorprendido a propios y extraños relatando una violación masiva cuando tenía veinticuatro que ni tan siquiera había contado a su madre. Dice que sintió que ya no podía callárselo más, acuciada por una honestidad con la que pretendía aceptarse de una vez por todas al compartirlo con otras mujeres que siguen sintiéndose sucias e incompletas cuando el sabor metálico del miedo les recuerda su pesadilla.No hay conflicto bélico donde el cuerpo de las mujeres no haya servido como arma de guerra: violaremos a vuestras mujeres, les haremos hijos-enemigos, os humillaremos y destrozaremos psicológicamente para el resto de vuestras vidas, parecen decir los verdugos. Los extremistas islámicos secuestran y ultrajan a escolares, a quienes, para empezar, condenan al analfabetismo. Incluso se regodean en la hipocresía de casarse con ellas por un día a fin de violarlas sin culpa. Los narcos latinoamericanos, antes de despedazar a las reinas de la belleza a quienes han colmado de diamantes y champán, les marcan sus iniciales sobre los pechos con un hierro caliente.

En España ha saltado a los medios el caso del reputado psiquiatra sevillano Javier Criado, que presuntamente abusó de, al menos, 18 pacientes, que han referido versiones idénticas de los hechos sin conocerse entre ellas. Mujeres de buena familia vulnerables, presas de la ansiedad o de la angustia existencial, medicadas hasta las trancas por el doctor para poder mantener relaciones no consentidas con ellas, abusando de enfermas doblemente desorientadas, que incluso llegaron a tratar de suicidarse. Así lo ha contado la aristócrata Matilde Solís, exmujer del actual duque de Alba, en Facebook. A pesar del pavor que produce sabernos rodeados de predadores y secretos sórdidos en un juego de espejos donde pocos son quienes dicen ser, el outing de las víctimas es una gran noticia. Si confiesan ahora es porque el nivel de tolerancia ante la violencia sexual se ha reducido globalmente y ésta por fin ha adquirido la categoría de delito execrable. No son ellas quienes tienen que temerle a la vergüenza, al tabú, a la debilidad, sino esos diablos descontrolados que han creído que la sexualidad de las mujeres era su campo de batalla.

Publicado en Artículos

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *