Saltar al contenido →

El filósofo inquieto

Captura de pantalla 2014-05-25 a la(s) 15.30.24

“¡Cuántos frascos de Chanel n.º 5 llegué a vender a 275 pesetas!”, exclama Josep M. Terricabras. En la droguería-perfumería que sus padres tenían en Calella, el tercero de tres hermanos, el niño al que en carnaval disfrazaban de Robin Hood, el chaval que nunca le tuvo miedo al infierno y se preguntaba por qué el sexo era pecado, empezó a pensar con aromas. “Incluso a veces me pongo colonia para irme a dormir, me gusta ese olorcito. Prefiero las aguas frescas y secas: he utilizado desde Calvin Klein hasta Issey Miyake”, confiesa con una leve ronquera el filósofo que concurre a las elecciones europeas como número uno por ERC. Se trata de un hecho atípico en tiempos de economistas y tecnócratas. “Bueno, ha habido algunos antecedentes, desde Rubert de Ventós hasta Gianni Vattimo. Y no está mal que, además de estadísticas y fórmulas, se esté cerca de las ideas en un momento en el que parece que no es muy agradable el discrepar”.

El pasado 8 de mayo, una hora antes de empezar la campaña electoral, el catedrático Terricabras impartía su última clase en la Universitat de Girona, tras 27 años de convivencia: “Ellos siempre han tenido 17 años mientras tú vas cumpliendo y eso te mantiene intelectual y espiritualmente joven”. El profesor se despidió de los alumnos. “Fue muy emotivo. No se trataba de hacer testamento, pero les di tres consejos: sed críticos, sed rigurosos en la argumentación y poneos siempre del lado de los más desvalidos, de los que lo pasan peor”. Por encima de todo, Josep M. Terricabras se siente profesor, después viene su dedicación a la filosofía y en tercer lugar, su compromiso cívico y su activismo. “El rigor es importante, pero también tener un punto de buen humor, no tomarse demasiado seriamente a uno mismo, y por supuesto no darse ninguna importancia. Suscribo las palabras de Pere Casaldàliga: mis causas son más importantes que yo”. Le pregunto si se siente humilde: “Sería demasiado virtuoso si lo afirmara”. Bien blindado, paciente y satisfecho consigo mismo, cuenta que una vez un hombre le dijo: “No querría ofenderle, pero…”, a lo que él contestó: “No podrá”.

“Enseñar filosofía es enseñar defensa personal”, afirma meditándose a sí mismo. Hijo del Mayo del 68, su refugio fueron los libros, “aquí entonces nos apaleaban (‘atonyinaven’)”. Si había un camino natural hacia la gran filosofía, este conducía a Alemania. Había empezado a estudiar alemán en Calella, y ya lo dominaba cuando, en el año 70, llegó a Münster, donde pasó seis años. El hombre paciente, que habla seis idiomas y ha escrito numerosos libros, hizo su tesis doctoral sobre Wittgenstein (en alemán, cómo no), del que ha traducido al catalán ni más ni menos que su Tractatus, además del Ecce Homo de Nietzsche y El malestar a la civilització, de Freud. “Hoy no se ha de enseñar filosofía porque te guste, sino para cambiarte el gusto”.

El candidato de Esquerra a las europeas se considera una persona espiritual, y por ello entiende el recogimiento y, sobre todo, el silencio. En lugar de pronunciarse ateo prefiere declararse: “sin Dios”, por mucho que sea, en su opinión, “una de las más interesantes construcciones humanas”. Director de la Càtedra Ferrater Mora, insiste en el mensaje de trasladar la paz de una Catalunya independiente a Europa, y conseguir su participación como estado. “Identidad catalana: no soy esencialista. Mientras se pueda mantener un acto de reconocimiento, se garantiza la continuidad de la historia”. Hace tres años sufrió un grave accidente de coche. Dos operaciones a vida o muerte. Tardó en recuperarse. “Pero lo peor de mi vida no ha sido esto, sino el accidente que sufrió una de mis hijas. Tenía una lesión en el cráneo. Aquel viaje en coche y en silencio con mi mujer, hasta llegar al hospital, aún me paraliza”. Sin Montserrat Martínez Targa -casados desde 1979- dice que no hubiera podido salir adelante, tanto que a menudo le pide que le deje morir antes que ella.

Le pregunto por sus defectos: “Soy desordenado y puede que me haya convertido en alguien demasiado blanco (poco duro con los otros), pero no vale la pena el enfrentamiento, siempre pienso aquello de que el moqui la iaia”.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *