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Ansiedad con bogavante

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Cuando gugleas “crisis de ansiedad” y clicas en la quinta entrada para verificar la sintomatología que caracteriza a ese eclipse mental, oyes de repente la voz de una mujer preguntando: “Cariño, ¿con qué me vas a sorprender esta noche?”. A lo que Cariño responde: “Con una crema de bogavante”. Es un vídeo comercial, pero la situación resulta tan absurda como la coctelera de contrastes que se agitan en los formatos contemporáneos.

Y es que las agencias de marketing miden el número de clics de miles de páginas en busca de “audiencia útil”, en una estrategia en la que prevalece el número a la letra. Y allí se plantan. El Google Zeitgeist del 2013 concluye que “crisis de ansiedad” es una de las expresiones más buscadas del año, superando incluso a “crisis económica” y “crisis existencial”. Aun así, no deja de sorprender la escena real de que alguien con palpitaciones, sudores fríos, mareo, parálisis y sobre todo con la sensación cada vez más totalizadora de que está a punto de sufrir un colapso, escuche la voz de Cariño a punto de echar al fuego la crema de bogavante. Pero, a la vez, es un excelente ejemplo de lo amalgamado de nuestros tiempos, característica de la cual el buscador es un testigo elocuente. Este año, los españoles han pasado del agujero en el bolsillo al nudo en el estómago, mientras se publican cifras abrumadoras del generalizado aumento del consumo de antidepresivos -según la OCDE, se ha duplicado en diez años- y la fractura de cualquier tipo de seguridad lo asuela todo. Las palabras más buscadas demuestran que internet sigue siendo el cajón de sastre virtual que posiciona no tanto lo más importante o urgente, como lo que perturba. Sólo así es posible entender por qué los españoles han buscado con igual frenesí “dieta macrobiótica”, “Álvaro Bultó” o “crisis de ansiedad”.

En lo que antes se conocía como un ataque de nervios, lo que más conmueve es la nostalgia de la normalidad. La vida sin pensamientos atropellados ni latidos en estéreo. Cómo se añora la respiración pausada, el aburrimiento y la nada. Aunque siempre hay que encontrar una explicación socialmente aceptada, que posea un prestigio tan ampliamente compartido como el del estrés. Todo el mundo entiende que, al perder un trabajo y tener que vivir en precario, sobrevenga un apagón. Veinte años atrás, la ansiedad sólo era el aguijón de unos pocos -nerviosos, ambiciosos, angustiados-. Hoy es un trastorno que define los toboganes de una sociedad en permanente rebaja, un mal común.

Nunca he entendido con qué naturalidad se le pide a quien cree que el corazón va a salírsele por la boca que controle la respiración y visualice una playa. Me parece una tarea heroica al tiempo que un esfuerzo inútil.

La publicidad tiene la llave en su mano, y una osadía que carece de límites. Por eso, en un mundo donde todo está en venta, nada como recetar contra la ansiedad una crema instantánea de bogavante.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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