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En el poder y en la guerra

Female soldiers doing press-ups

Coinciden en el tiempo dos noticias protagonizadas por mujeres que buscan su lugar en el mundo. Por un lado, el Pentágono acaba de hacer público que levantará la prohibición de que las militares puedan combatir en primera línea de fuego. Por otro, desde la City londinense, un grupo de escuelas europeas de negocios (entre las que se cuenta la española Iese) ha elaborado una base de datos con 8.000 profesionales cualificadas para ocupar una silla en consejos de administración.

Esta iniciativa pretende callar a quienes aseguran que no existen candidatas válidas para intervenir en los máximos órganos de poder. Y aunque su fin sea el de reparar el desequilibrio en la paridad de los consejos, no se ampara tanto en las discutidas y tediosas cuotas como en la conveniencia del asunto. Evitando el registro victimista que señala con el dedo ese raquítico 14% de europeas que ocupan las butacas de respaldo vertical, las impulsoras de la iniciativa animan a las empresas con inusual entusiasmo: “Es una experiencia increíble tener consejos de administración con mayor diversidad”.

Pero ¿se puede considerar, al igual que los consejos paritarios, la guerra mixta como una experiencia increíble? Hace unos meses, dos reservistas norteamericanas presentaron una demanda contra las restricciones que les imponía el Pentágono en zonas de combate, alegando que violaban sus derechos constitucionales. Las demandantes no solo se referían a la discriminación sexual en el frente o a lo arduo de los ascensos, sino también a cuestiones económicas como salarios y prestaciones de jubilación inferiores. Con el acostumbrado paternalismo investido de responsabilidad ética, algunas voces de las llamadas “autorizadas” se preguntan si en verdad ellas tienen la resistencia, fuerza y valentía necesarias para abrir fuego contra el enemigo, mientras no faltan quienes aseguran que el pueblo no tendría hígado para soportar la vuelta a casa de mujeres soldado en bolsas para cadáveres. Incluso ante la evidencia del carácter radical y extremadamente violento de las kamikazes palestinas, las milicianas de los Tigres Tamiles en Sri Lanka o las combatientes en el sur de Sudán, entre otras, aún hoy se cuestiona la idoneidad de las féminas para hacer la guerra, como si se quebraran las estructuras más profundas que consideran que el verdadero rol de la mujer es el de garantizar la especie.

Imagino cómo reaccionarán quienes consideran que dedicarse a ser madres en exclusiva es el auténtico mandato femenino cuando las primeras soldados disparen a los talibanes. Incluso puede que al mismo tiempo, en los rascacielos de cristal, las que por fin tengan voz en los consejos de administración visen la compraventa de morteros y tanques. Probablemente, y sin entrar en juicios de valor, ese es el camino irreversible hacia la igualdad, sin beatificaciones que valgan.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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