Saltar al contenido →

El Príncipe y la generación X

091112_nuevas_barbas_aspx_ss_image_004_felipe_korpa_jpg_701805667_320x480

Crecimos rodeados de constructoras, academias de idiomas, tabaco light y cantantes depresivos. “Soy el típico Piscis -escribió Kurt Cobain antes de suicidarse-, triste, sensible, insatisfecho”. Nuestros abuelos nunca pudieron desalojar el aturdimiento de la guerra ni la huella del hambre. Su lenta recuperación a pesar del franquismo, empujando viejos Simcas entre la copla y el estraperlo, sirvió para que nuestros padres bailaran bajo un tendido de luces celebrando esa palabra sonora que tan extraordinariamente define un tiempo: guateque. Del Dúo Dinámico y el twist a tener que levantar el país, mientras quienes nacimos entre los sesenta y los setenta merendábamos bocadillos de Nocilla, ordenábamos sellos y limpiábamos nuestros elepés con sprays imperfectos.

A diferencia de los baby boomers, con el compromiso agarrado al DNI, que combinaban la tradición con las libertades recién inauguradas, nuestra generación -bautizada X- creció entre un lánguido inconformismo y una colección de guitarras distorsionadas. Fuimos educados con valores antiguos para encajar en un nuevo mundo cuyo futuro prometía grandes esperanzas. Y nos plantamos en el consumismo feroz, frente al espejo narcisista, sintiendo los primeros ardores solidarios.

El príncipe Felipe, que hoy cumple 45 años con barba encanecida, representa a quienes tuvieron una infancia analógica y fueron quitándole caspa al país con espumas para el pelo, veranos de InterRail y conciertos de REM. Los alocados ochenta en los que estrenamos amaneceres se vieron interrumpidos por la bofetada del sida y las drogas. Eternos adolescentes, nos casamos con un trabajo, retrasamos la hora de ser padres y pensamos que estar sobradamente preparados nos garantizaría una vida a plazo fijo.

Hoy sabemos que hemos vivido mejor que nuestros padres, pero también advertimos que nuestros hijos difícilmente conocerán una idea tan eufórica del progreso. No obstante, son muchos quienes asisten impávidos a este cambio desde la retaguardia porque la imponente generación tapón sigue inamovible, dispuesta a morir con las botas puestas. En cambio, los nativos digitales, más baratos y proactivos, han logrado que la palabra emprendedor ya no sirva para mayores de cuarenta. Felipe de Borbón, preparado para reinar, sigue siendo el eterno sucesor mientras el mundo avanza con saltos estratosféricos. La crisis acrecienta las voces que piden una abdicación. Incluso la propia monarquía es consciente de que necesita un rediseño. El tiempo de espera del Príncipe encarna el tránsito permanente de quienes se ven obligados a utilizar esa expresión cada vez más cansina y popular, “reinventarse”, aunque ni tan siquiera se hayan inventado.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Juliana Juliana

    Pienso lo mismo, no se si sera diferente de sus padres, hay que darle la oportunidad. Como hizo Holanda. Coinciden los principes con la misma edad y esposas que no eran de la realeza. Eso marca un cambio. Hasta cuando va a seguir esperando sino?

  2. Es bueno estar preparado para asumir responsabilidades. No importa cuanto tarden en llegar. Lo realmente grave es pasarse los años sembrando improperios,bastardeando a quienes luchan por un mundo mejor y luego, cuando la estulticia de las multitudes les lleva a ocupar EL CARGO que tanto pretendían, quedar sin viento, con las ficticias velas desaparecidas y anclado en medio de un mar cada día mas embravecido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *