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Extraña coincidencia que el megapirata informático Julian Assange alerte sobre el peligro de Facebook, y de cómo sus usuarios le hacen gratis el trabajo a la CIA, justo cuando estalla el escándalo de que la red social ha dejado al descubierto miles de mensajes privados. ¿Qué está ocurriendo? Un día pensamos que el ser humano podría dominar la información con tan sólo un leve parpadeo digital, pero no se previó la direccionalidad del asunto. Localizados, expuestos, controlados; el 80% de las empresas observa a sus candidatos a través de las redes. Todo es posible: identificar a personas sin su consentimiento mediante un sistema de reconocimiento facial, averiguar por dónde pisan, conocer la hora a la que se levantan y se acuestan.

Veamos si no qué ocurre con el WhatsApp y de qué manera sintetiza la ilusión del control en la palma de la mano: basta bajar la mirada y mover la yema de un dedo para saber cuándo apagó el teléfono tu pareja o si chateaba con alguien que no eras tú…

Según los psicólogos que estudian la nomofobia (el miedo irracional a no estar conectado), se producen leves palpitaciones cuando, a través de la mensajería instantánea, sabes que aquella persona a quien intentas localizar desesperadamente está “en línea” y ni se ha dignado a decirte que respira. Tú puedes espiar sus silencios, también resolver que no eres la última persona a la que le ha dado las buenas noches.

Encender el móvil representa un pequeño acto furtivo cuando el avión aún no ha aterrizado pero tememos que en su mudez hayamos podido extraviar oportunidades profesionales e incluso sexuales; el primer gesto globalizado al salir de una reunión. Ahí están las pupilas dilatadas cuando su luz brilla, o la vibración fantasma y psicótica, algo parecido al dolor del miembro amputado.

Ese cling nos promete un pequeño estímulo aunque tan sólo alimente una realidad paralela nacida en ese otro terreno digital, donde parece que el compromiso de la palabra es más liviano. Incontinentes, originales o estoicos, la búsqueda de una identidad cristaliza hoy en el llamado “estado actual”, tal y como se presenta la gente en su tarjeta digital.

Los hay que están “sempre a punt” o “físicamente imposible”; quienes van de ambiguos: “no sé” o “llama, que ya veré si contesto”; los que aprovechan la ocasión para proclamar “mi estado es federal”, o los sinceros como Andreu Buenafuente, que confiesan estar “durmiendo en el gimnasio”.

Y es que hoy, las nuevas relaciones sociales creadas por las redes han llegado a modificar la forma en que funciona nuestro cerebro: ahora nos citamos por chat para preguntarnos si estamos “disponibles” cuando antes decíamos aquello de “¿estás libre?”.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

4 comentarios

  1. Esta claro que ya estamos en otra era. Ahora miramos atras y nos parece impensable como eramos capaces de quedar para salir y en el peor de los casos ya no te volvias a ver hasta el dia siguiente, y nos conformabamos. Ahora mi marido me llama, “cariño llego en dos minutos” y nos parece la cosa mas importante del mundo. Incluso en el colegio, que los padres dan telefonos a niños que a algunos nos parecen muy jovenes para llevar encima por que tienen que ir solos al cole y deben asegurarse de que llegaron bien a una edad en la que nosotros ya hacia tiempo que ivamos solos. Todo esta cambiando, las visiones de las cosas, los valores sociales…..Supongo que yo ya sere de esas que dirá , -Cuando yo era joven…..y mis hijos pondran los ojos en blanco pidiendo que no cuente la batalllita de turno. Creo que debemos aceptar los cambios y ver laparte positiva, que tambien tiene.

  2. Joana, tienes razón. Lo positivo de esto es mantener una sensación de cercanía con gente que te gusta, que te cae bien, por ejemplo, a través de las redes sociales. Mantener el contacto con personas que no podrías ver todos los días. Paradójicamente ,sé más de mi prima Sonia y ella más de mi desde que se ha ido a vivir a Suiza. Tiene más necesidad de estar en contacto y yo lo celebro…porque, a veces, la gente que está cerca, en realidad está muy lejos y al contrario.
    En fin, te pego el enlace de un artículo que escribí sobre la ansiedad que nos genera esta nueva forma de vida. El tecnoestres http://lola-gracia.blogspot.com.es/2012/04/la-siesta-digital-retroceder-en-el.html

  3. Me parace muy acertado el post de Joana Bonet. Hace ya más de 20 años producto de tener que inmovilizar bastante mi vida por causas médicas, quise seguir saliendo a la calle. Con la literatura no tenía bastante, necesitaba un contacto más directo y la red me lo facilitó. Fui demasiado generoso -gruto de mi carácter- en muchos aspectos y hoy cuando sólo me acerco a la red para alimentar mi página web de literatura, mientras voy dejando morir mi blog, no me cautivan ya las redes sociales -que cuando yo empecé no existían- y sumando todo me siento defreudado y pienso con toda mi juventud todavía en un cuarpo viejo que he salido perdiendo, que es verdad lo que dice Joana, demasiado fácil ese “siempre a punt”, siempre en línea y parace que nada ni un mívil ni mi correoelectrónico va a respetar mis sielncios.

  4. Leyendo este post caigo en la cuenta de lo feliz que soy ! Carezco de esos aparatitos que a vosotros os enferman la vida. Apenas si tengo un celular de los mas económicos y si tuviera a Carlos Slim cerca un día de lluvia – pobrecito! – seguro que le llenaba de moretones con mi paragüas! No sé cuantas veces lo he perdido, pero como la GENTE ES BUENA siempre me lo regresan. Tengo la suerte de vivir en una bella ciudad con gente tan ocupada y preocupada,que solo te llaman lo justo y necesario. En el fondo es porque todos temen quedarse sin batería o sin crédito en el momento ultra-super-necesario que llega cuando sales de noche sin tu auto y debes llamar un remisse !

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