Saltar al contenido →

Cautivos

De nuevo, la cultura del eufemismo secuestra el lenguaje político, y las ironías no se hacen esperar, sobre todo en la prensa internacional, que tan a menudo acusa la dificultad de nuestro país en reconocer sus propios problemas, aireando su espíritu pusilánime. «Tú dices tomate, yo digo rescate», ironizaba Time, en un juego de palabras que emulaba el standard de los Gershwin Lets’call the whole thing off, inspirada por las diferentes pronunciaciones anglosajonas de tomato o pyjamas. La psicología popular sostiene que para solucionar un problema el primer paso es reconocerlo, huir de la inmadura obstinación que tan sólo lo prolonga hasta la agonía. Y ante el estrepitoso drama financiero de nada sirven los juegos de palabras. Porque no hay que pasar por alto cómo el verbo rescatar, a menudo conjugado para expresar un acto de supervivencia o la superación de una tragedia romántica, se ha desplazado hacia la economía hasta el extremo de que, después de la «acción y efecto de rescatar», la segunda acepción del diccionario de la RAE nada tenga que ver con un naufragio o una princesa encerrada en una mazmorra, sino con dinero contante y sonante. No así en el DIEC, que no recoge esta semántica economicista. La propia evolución del término ilustra de qué manera ha girado el mundo, alterando el significado de las palabras; el lenguaje al servicio de las mudanzas.

Según el Coromines, la fecha tardía de la voz castellana —en la edad media se decía redemir— sugiere la posibilidad de que se tomara del catalán rescatar (tratar de coger) en el siglo XIII. En el 2008, la palabra del año según el diccionario on line Merriam-Webster, que mide la cantidad de consultas, fue bailout, lo que demostraba que una gran cantidad de estadounidenses no entendía bien el término. Hay quien asegura que dicho significado de rescate proviene de ese bailout que también expresa la acción de saltar de un avión en llamas. El caso es que ahí está, cada vez más alejada del espíritu romántico y de la prolífica relación entre el alma creadora y la naturaleza, tan glosada gracias al virtuosismo musical. Las llamadas óperas de rescate —denominadas así porque su argumento gira en torno a la salvación de un cautivo— demostraban como el ser humano vive a merced de las fuerzas irracionales del universo.

Hoy le tememos más a la economía en mayúsculas que a los azarosos rugidos del universo. Su indiscutible hegemonía y sus fuerzas, no irracionales pero sí oscuras, sustituyen el conflicto de la imposibilidad del amor por la carencia de dinero líquido. Pero, mientras tanto, seguiremos alimentando en nuestro tierno imaginario la figura de un salvador —sea príncipe, princesa o incluso gobierno— capaz de rescatarnos del foso de los dragones.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Desde la primera vez que oí esa canción, me encantó. Me parece un acierto relacionarla con el titular del Time, que me dejó boquiabierta (qué ironía, qué bien pensado). Por todo eso me ha gustado especialmente tu artículo de hoy. ¿Seré de las pocas? ¿Qué nos pasa? Debemos tener mucho cuidado con el lenguaje, sobre todo nosotros, los periodistas, y no renunciar jamás a las palabras y su significado. Un abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *