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El Loewe da de comer

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El brote primaveral ha despertado a los jazmines. Pero ha sido un espejismo, un regalo frugal; en menos de veinticuatro horas pasamos del sol de verano a la nieva navideña . En las calles y en la radio se habla del tiempo, además de la contienda fratricida socialista y de los meapilas de derechas, que es como se denomina aquí a los píos devotos que quieren poner de moda la misa. Se trata de una expresión muy castiza que antaño designaba a los santurrones que de tanto persignarse con agua bendita creían que la orinarían. La nueva generación toma impulso en las redes sociales, protestando por la posible eliminación de la misa televisada de La 2. La capitanea Tamara Falcó, secundada por su hermano Duarte –ese nombre tan castellano, como Lope o Mencía, que parecen apellidos–. El pasado miércoles me encontré a los padres de Tamara, por separado, por supuesto. Su madre, Isabel Preysler, es una agnóstica confesa que ha sucumbido a la espiritualidad y carnalidad literaria. De nuevo vive asediada por los paparazzi, que quieren fotos de ella y ‘el Nobel’: así le llaman a Vargas Llosa sus íntimas. El padre de Tamara, el Marqués de Griñón, fue uno de los últimos invitados en llegar al Palace, donde se celebró Premio Loewe de Poesía, uno de los saraos que solo se puede entender en Madrid. ¿Qué hacen en un mismo salón Jaime de Marichalar, Soledad Puértolas, Modesto Lomba, Laura García Lorca, Marta Robles, María Pagés o el Marqués de Griñón? Le pregunto al marqués y a su joven pareja, Esther Doña, qué poema han leído últimamente: “el que me ha escrito Carlos”, dice ella melosa. Sigo interrogando a los asistentes sobre sus poetas de cabecera, sin demasiada fortuna, hasta que me cruzo con Laura Ponte, modelo, diseñadora, ex emparentada con la realeza y ahora novia de un poeta. “Mi preferido es Pedro Letai, sin duda”. Con su chico –en Madrid se dice así, tengas treinta u ochenta años– va a cursos de poesía y recitales. “Leo a Alfonsina Stoni y me he atragantado de Alejandra Pizarnik, tan poderosa”. Ponte explica que no se había acercado antes a la poesía por pudor, al considerarla un arte elevado. “y de repente ha descubierto que es mucho más modesta que altiva”.

Jaime de Marichalar, en cambio, siempre igual de cuidadoso con la prensa como caústico con sus amigas de la alta sociedad, me dice que la poesía “me aburre que me mata”, que es muy cursi, pero que no lo ponga. Y acaba hablando del independentismo catalán con tan mala cara que refugio en mi mesa, una de las mejores del comedor, con el ‘puto amo’ y editor del premio, Chus Visor, además de Pepe Caballero Bonald y su esposa, Pepa Ramis. Hablamos de la gauche divine versus la izquierda antifranquista madrileña, que también tenía su Bocaccio, aparte del Oliver y del Whisky Jazz. “Pero aquí no se hicieron las fiestas de Barcelona, nos faltaba su decoración”. Me confundo con Juan Van Halen y le pregunto si es ecologista: “yo siempre del PP, hija” responde con cierta melancolía.

Enrique Loewe inventó el Premio hace treinta años y hoy es el mejor dotado de España: 25.000 euros para el ganador, que este año ha sido para el gaditano melómano José Ramón Ripoll. Me cuenta Javier Rioyo –historia viva de la literatura de bare-, que Ripoll pudo vivir gracias a los dineritos que le dieron sus letras para Joaquín Sabina, y tararea “macarra de ceñido pantalón”…Los poetas malviven. Por ello el lujo les parece un regalo de Dios. Del Dios amor y no castigo, del que te acerca un paraíso que no agoniza. “Quisimos acercarnos a la belleza a través del premio, un gran beneficio para Loewe: nos hacía sentir un poco más buenos y más importantes” discurseó el patriarca, acompañado por la presidenta de la Fundación Loewe, su hija Sheila. Ejerció de maestro de ceremonias, Víctor Rodríguez Núñez, (ganador de la pasada edición) que presentó al ganador del Premio a la creación novel, el también cubano Sergio García Zamora con “El frío de vivir”. “Descorteza el poema y hace una poesía abierta al mundo pero no colonizada” dijo del joven poeta que dió las gracias a Loeue”. Las primeras deliberaciones del jurado: Brines, Colinas, Caballero Bonald , tenían lugar en el Lhardy . Entonces presidía el jurado Octavio Paz, que anteponía el cocido a los versos. Este es el único premio de poesía donde te despiden con un regalo de lujo: poetas, periodistas y marqueses salimos comidos del Palace con un pedazo de fular y dos libros.

(La Vanguardia)

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