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Luis Eduardo Aute y las lenguas de luz

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Aute nunca había dicho “me encuentro mal”. Incluso había aguantado conciertos con un cólico nefrítico, resistente a nombrar el dolor. Buscador de la palabra exacta y habitante de silencios concurridos, siempre ha utilizado el lenguaje con la precisión de un artesano de juguetes. Pero el pasado 8 de agosto llegó de dar un concierto en Huelva a su casa de la Fuente del Berro, dejó la bolsa de viaje en el suelo y dijo “me encuentro mal”. Subió hasta el cuarto y en un instante la vida dio un vuelco.

La noticia cayó en el secarral agosto, con los pies en el agua. “Infarto, hospital, gravedad”, decían los titulares. Llamé enseguida a Maritchu Rosado, su mujer, su eterna compañera. El reloj se ponía a cero. Acabó agosto y entró septiembre. Esta semana, con las primeras lluvias, Aute, el grande, cumplió 73 años. Más de cuarenta días manteniendo una lucha cuerpo a cuerpo, desde algún lugar lejano, entre el sueño y la vigilia. Es la lucha de un artista que le puso letra y sentimiento a la transición española. Pecho y poesía: Brel, Aleixandre, Lorca, Monterroso o Sábato. El cantautor que se hizo artista, tejió hilos de filosofía en las canciones, tocó todos los palos e inició una conversación global sobre las artes. Entre otros elevados logros, hay uno de cristal: Aute es quien que mejor ha sabido decir cantando “amor mío”. Y ahora en la UCI del Gregorio Marañón, atendido por enfermeras-ángeles, blandiendo la espada. Se activó el tejido íntimo. Se movilizó el mapa de los afectos. Su cableado interno lucha por despertar. La familia lucha, los amigos luchan, extienden una red de amor y de hermandad que refulge.

En el hospital, olor a desinfectante, ningún lugar para llorar con cierta intimidad. Maritchu y sus tres hijos no han dejado de hablarle desde el primer día, le leen las noticias, son el aliento, la fortaleza, son los héroes diarios que velan por su regreso. Están los amigos. No pondremos negritas. Son interminables, desde Italia a Cuba, Ecuador, Lisboa o Suecia. Están los músicos que dicen: “Todo lo que soy, todo, se lo debo a él”. Están los artistas, los cineastas, los poetas, los editores, los amigos anónimos que no han dudado en viajar de un continente a otro para expresar su hielo y su fuego. Mi hija pequeña me pregunta qué ocurre : “El amigo Aute está malito”, le digo. “¿El pintor?”, se sorprende. La pequeña toca la médula. Vio los caballetes y los lienzos en su estudio, él le puso su última película, Vincent y el giralunas, en el cuarto de las tortugas. La pequeña iba anticipando el argumento, como si ya la hubiera visto. Aute también llega a los niños. Es el artista que luego se hizo cantautor, pero la pintura por encima de todo desde que de niño vio a las mujeres de Goya en una librería del malecón de Manila. “Pintar es descargarse, es lo que más desahoga, cuando ando en algún callejón sin salida, me pongo a pintar y el callejón se rompe. Pintar es la libertad absoluta”, me contaba en una entrevista para el suplemento Cultura/s.

Hay que situarse del lado de la esperanza en lugar del de la incertidumbre. En una terraza de la calle Ibiza, desde hace un mes, se improvisan mesas alrededor de un fuego que arde. Es muy de Madrid: lo familiar se impone al minuto. Su hermano José Ramón, que me habla en catalán como siempre ha hecho Eduardo, dice: “Ha abierto los ojos y me ha mirado como si me dijera ‘déjame estar un ratito más’”.

En el hospital escasean las camas y falta personal. El fin de semana es de “servicios mínimos”. Los recortes, el sin gobierno, las hojas secas de los plátanos, el cansancio que anestesia el nervio. En enero inició gira para celebrar sus cincuenta años sobre los escenarios. Pongo una canción: “Saquemos, mujer, fuerzas de flaqueza, balas de belleza de la imaginación…”. Pero hay muchas más: Albanta, Sigo a la mar, La vida al pasar, Latido a latido, Señales de vida, Lenguas de luz, Cuando duermes, Amor te digo esta palabra, De alguna manera, Al alba… Bien lo resume su mujer: “Es que lo ha escrito todo”. Del lado de la esperanza, la lucha para que entre la luz continúa. Alas de fuego.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

3 comentarios

  1. Anónimo Anónimo

    Grande Aute

  2. Ana Rodríguez Campo Ana Rodríguez Campo

    Precioso

  3. Ana Ana

    Puedes decirme qué tal está?. Desde que volvió de Cuba no encuentro ninguna información. Ojalá esté recuperándose!!!!!

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