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La respuesta está en ti

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Asegura el horóscopo, pero también la meditación transcendental, el chi kung e incluso la esthéticienne de mi barrio, que la respuesta siempre está dentro de uno mismo. Cuando te sueltan una aseveración de tal magnitud, que suele coincidir con momentos de duda o con un tipo de agotamiento que aumenta la vulnerabilidad, te sientes igual que en una ciudad desconocida donde se habla un idioma extraño. También puede empujarte la urgencia de probar unas gafas nuevas para ver mejor, o de cambiar algo más: de casa, de trabajo, de alimentación, a fin de encontrar la respuesta que se esconde dentro de ti, según afirma ese enorme colectivo de sabios. Preguntas a todos, excepto a tu jefe, incluso a Dios, pero oyes un silencio al otro lado, eso sí, violado por los primeros sonidos del verano: unas palas en la playa, el berrinche de los críos en un vagón de tren, los voceros que venden helados y Fanta, las obras que siempre empiezan con el calor. Te excusas. ¿Cómo vas a hallar la piedra filosofal, el quid de la cuestión, con ese ruido de fondo?

Aseguran que al día tenemos unos 80.000 pensamientos que nos asaltan, se enquistan o pasan veloces frente al entrecejo –allí donde se aloja el llamado tercer ojo–. Te haces cruces cuando al intentar relajarte recuerdas nombres y gente que no significaron nada para ti, datos triviales, lugares anodinos… Intentas dejar la mente en blanco para que así emerja la revelación consagrada a pacificar tus días, pero en lugar de eso se te cruza un manojo de palabras, como las de aquel conductor marroquí que encocha en un hotel de lujo y transporta a sus clientes más vip al aeropuerto. Conversé largamente con él acerca de su oficio y su religión, pero también chafardeé sobre su elitista pasaje. “Tienen mucho dinero, pero no duermen”, me contó con un tono grave. Resulta que los millonarios rusos o árabes, que no se privan de nada, le preguntan a Mohamed si él duerme, y aunque no tenga Rolex ni Porsche, ni segunda residencia o tan siquiera unos zapatos de cuero español, él les responde que sí, que duerme plácidamente. Tanto es así que, en una ocasión, un moscovita y su amante le suplicaron que les permitiera descansar en su casa, a lo que su mujer y su madre se negaron: cómo iban a meter a los rusos y a su vodka junto a los niños; no había dinero que pudiera comprar la paz de su pequeña morada.

Julio revienta, acalorado, apurando sus sobras. Un impulso casi apocalíptico nos conduce a terminar el curso con frenesí a fin de disponernos a cambiar las rutinas de todo el año. No sé si al viajar, al pisar la arena o al dormir nueve horas encontraremos una respuesta: nos bastaría con recoger nuestra propia sombra, ahora que ni sabemos quiénes somos.

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Ángeles López Ángeles López

    Joana, te escribo de la editorial Almuzara y desearía hacerte llegar un libro sobre la hija de Freud, escrito por Elisabet Riera. Dame tu mail y te cuento mejor.

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