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La nueva frugalidad

Gemüse, Rohkost

Lo repetimos una y otra vez: “Vivir con menos”, deseosos de que de tanto pronunciar la frase se nos adhiera al hábito y sobre todo al gasto. Un dato feo: España es el tercer país europeo donde más ha aumentado el riesgo de pobreza y ex­clusión social –con Grecia y Chipre por delante– y se calcula que el 28,6% de los españoles están en riesgo de quedarse en las orillas de la vida perfumada. Incluso la vieja España, la que no se comunica por WhatsApp ni Facebook, prac­tica la venta de oro para fundir a fin de seguir comprando filetes de ternera blanca. Cada semana, alguien que está alojado en nuestra agenda telefónica se queda sin trabajo. Recibo sus correos o sus mensajes, resignados hasta la desesperación, y pienso en sus días lívidos y en la pelota de impotencia bajando por la garganta.

El marketing, siempre tan listo, tan raudo, vende ahora una etiqueta llamada “nueva frugalidad”. Un renovado minimalismo que ya no tiene tanto que ver con la reacción a la hipertrofia y el exceso sino con la llamada “búsqueda de lo esencial”, como si lo esencial tuviera nombre y apellido, fuera concreto y tangible: “Perteneciente o relativo a la esencia. El alma es parte esencial del hombre”, define y ejemplifica la RAE. El ejemplo nos deja aún más confusos, pues uno de los elementos sustanciales que nos conforman es el alma, que además es gratis; por eso debe de producir tanta incredulidad.

Hace unas semanas visitó nuestro país James Altucher, un emprendedor que consiguió hacerse millonario dos veces –y se arruinó otras dos– y que ahora se ha reconvertido en maestro del despojamiento. El pasado abril dio un repaso a todas sus posesiones, tangibles e inmateriales, seleccionó 15 indispensables –tres camisetas, tres pantalones, dos calzoncillos, dos pares de calcetines, dos de zapatos, una bolsa de plástico con 4.000 dólares en billetes de dos, un portátil y un iPad–, las metió en una bolsa de deporte y con todo ello se echó a andar el camino de lo esencial. Ni fotos familiares, ni recuerdos, ni regalos, nada. Ni siquiera contesta al teléfono ni lee correos electrónicos. Eso sí, le acompaña una campaña mediática que lo debe de tener muy distraído en su nueva vida frugal.

Altucher apunta contra la lógica autoimpuesta: trabajar más para ganar más, para comprar más y para vivir con mayor insatisfacción. Un bucle del cual la “nueva frugalidad” anima a salir, pero que en verdad es el motor que hace levantarse a muchos de la cama cada día. Igual que tantos manieristas del minimalismo, este nuevo gurú es un frivo-frugal que exhibe el lujo al revés. Lo cual no deja de ser una provocación cuando la pobreza gotea día a día como un grifo mal cerrado.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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