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Apartheid de género

Dos madres ucranianas con sus hijos en Catalunya  (LV / Àlex Garcia)

En las imágenes que llegan de Ucrania observamos los rostros de las mujeres que se quedan sin hombres. No se despiden como las norteamericanas, cuando sus marines embarcaban hacia el Pacífico, con besos tiernos y Chanel número 5. La épica de las imágenes de guerra ha estado siempre barrida por el dolor, pero hubo un tiempo en que la estética patriotista disfrazaba el horror con cantos de sirena. Las ucranianas que escapan arrastrando un trolley y el carrito de bebé, y que, en adelante, deberán empujar solas los restos de su vida, contienen el espanto que arroja su mirada. “Mambrú se fue a la guerra, qué dolor qué dolor qué pena”, ¡cómo podíamos cantar de niños esa tumba de Mambrú acompañada por tres pajaritos!

La fatiga que araña el ánimo nos hace olvidadizos: ahí están las mujeres afganas, borradas de la existencia pública. Se han convertido en puros objetos reproductores y no son dignas de ninguna mirada. El Ministerio de Asuntos de la Mujer se ha convertido en el de propagación de la virtud y pre­vención del vicio, y las 10.000 médicas, 1.070 periodistas, 89 parlamentarias o 68.000 instructoras de hace apenas un año han desaparecido. “Los talibanes odian a las mujeres; permiten maltratarlas como a un animal”, me cuenta Mayte Carrasco, reportera de guerra y escritora, que participó en la Cumbre de Mujeres Afganas “Hear us”. Carrasco da fe de la sumisión ante el nuevo orden talibán, que solo admite una alternativa, la del éxodo, esa no-vida. “Y las que han podido salir tienen las manos atadas, como Shoukria Barakzai, una mujer valiente que vive hoy refugiada en Londres, fichada, con la libertad perdida”. Lo mismo les ocurre a otras muchas afganas que tanto dentro como fuera de su país padecen lo que el exministro Moratinos denominó “apartheid de género”. La guerra y la tiranía las han desprovisto de sus derechos humanos, de un permiso de vida. Y cuesta poco olvidarlas.

Artículo publicado en La Vanguardia el 7 de marzo de 2022.

Publicado en La Vanguardia

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