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El amarillo es el nuevo negro

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Qué ha ocurrido para que las prendas negras hayan empezado a reducir ventas mientras los colores flúor, clorofila y magenta desbordan las pasarelas y copan la principal calle de la moda que es Instagram? La hegemonía del azabache, que durante décadas ha sido símbolo de elegancia, rigor y esbeltez, minimalista y sexy, capaz de transmitir ascetismo o rock & roll, se desvanece ­incluso como color protesta. Según la agencia WGSN, el pasado enero la ropa de colores brillantes suponía un 20,2% de la oferta del mercado británico, al tiempo que la de color negro caía y el amarillo vivía una evolución espectacular, con un aumento de hasta el 50%. Este fue siempre un color optimista y vacacional; un color de ricos de Palm Springs o Montecarlo. Aunque pocas famosas se atreven con él: Amal Clooney lo eligió para casarse ajena a supersticiones, y la reina de Inglaterra –que no escatima en visibilidad– lo utiliza sin reparos, igual que el verde lima. En las calles catalanas, los independentistas han elegido esta tonalidad gritona para pedir la libertad de sus políticos encarcelados.

Del negro victoriano, significante de clase y luto, al little black dress de Coco Chanel –inspirado en los uniformes del servicio–, este no color ha sido durante décadas algo más que un código de moda, un emblema existencialista al que el punk le añadió agujeros, suciedad y desafío. Y ya no tuvo adversario en la posmodernidad. Hoy, en cambio, los analistas de tendencias pronostican su declive, que responde a la suma de varios factores: para empezar, nos hallamos en la era más visual de la historia a golpe de clic. También pesa –y mucho– la cuestión del género y la afirmación de la propia identidad. Nuria Basi, según ella misma una de las primeras mujeres cuota, me explicaba que cuando iba a ser la única fémina en un consejo elegía un traje rojo. Porque vestirse de oscuro o con tonos neutros, “como un hombre más”, ha sido un recurso entre aquellas que han ejercido poder, sin riesgo de despertar efectos secundarios: sea mofa, lujuria o desprecio. ¿En qué estado mental vivíamos al considerar que una mujer con mando vestida de colores vivos podía resultar una provocación o una frivolidad?

Nuestra sociedad infantilizada se comunica con dibujines heredados de la cultura pop y los cómics manga. Las relaciones se han digitalizado abrazando un mundo animado con todo tipo de mohines que parece sustraído de las factorías Disney o Pixar, porque vestir a un bebé de negro sigue siendo una excepción. Las pasarelas demuestran que el color saturado ya no equivale al exceso, sino que responde a una actitud empoderada por mucho que pierda glamur y hiera a los ojos.

¿O la vida no era un circo?

Imagen: Mark Rothko, No. 14 No. 10 Yellow Greens

Publicado en La Vanguardia

Un comentario

  1. Martin Martin

    Wow, te pasas. Antropología, literatura…. y Rothko!!!

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