Saltar al contenido →

Florecimientos

POLLOCK Jackson - Lo profundo

Vivimos instalados en la queja y pocas veces nos permitimos enfriarla, dejarla en observación. La crisis ha sido una buena coartada para el lamento, y convencidos de que una buena noticia es una mala noticia, enumeramos apagones de todo tipo, erigiéndonos en protestones, moralistas y justicieros. El cinismo, siempre insatisfecho, permite el relumbrón, ampuloso como un modelo de alta costura; y bien que ameniza el guión del mundo.

Acaba de salir el nuevo libro de Steven Pinker, una mente brillante, autor de una obra colosal entre la ciencia y la filosofía, alimentada en las aulas transparentes de Harvard. “En defensa de la Ilustración (Paidós) gira entorno al progreso, y el optimismo arranca en la propia portada: una quinta tinta fucsia fosforito que positiviza el nombre autor y su cruzada. “El mejor libro que he leído nunca” ha afirmado de él otro optimista alumbrado, Bill Gates, porque en la demostración documentada y precisa de Pinker de que el mundo es mucho más libre, igualitario, seguro, pacífico y consciente que nunca, anida el histórico florecimiento de la humanidad que, guiada por la razón, ha conseguido prosperar, vivir muchos más años, sufrir menos o expandir los límites del conocimiento. “Estamos hechos de madera torcida, somos vulnerables a las ilusiones, al egocentrismo y, a veces, a una estupidez pasmosa”, asegura el autor, que, por contraposición, celebra nuestra capacidad de combinar ideas, tener nuevos pensamientos sobre los anteriores y seguir profundizando gracias a la capacidad y la compasión: “es decir, piedad, imaginación y conmiseración”. La compasión en boca de un científico social como Pinker se me antoja un silbato ante la universal incontinencia de mala baba, de una crítica que solo se escucha a sí misma para medir su nivel de ingenio.

En verdad, el optimismo ha tenido siempre escaso prestigio para ciertos intelectuales endiosados que siguen paladeando la nostalgia de un pasado barnizado de encanto. Es la voz de un superyó encantado de anunciar lo peor: un desastre, menudo disparate, no sé a dónde vamos a llegar… Hay cierta delicia en remover la cucharilla oscurantista, una complacencia de aquel que es el primero en anunciar una mala noticia, o en alarmar, que también es una forma de poder, la de travestir el ánimo del otro. Pero, ¿y todo lo bueno que disfrutamos? Extraigo otra reprimenda de Pinker, que no se reconoce optimista sino “un posibilista serio”: “recuerda tus conocimientos de matemáticas: una anécdota no es una tendencia. Recuerda tus conocimientos de historia: el hecho de que algo sea malo hoy no significa que fuese mejor en el pasado…”. Los jinetes del apocalipsis cabalgan sobre las flores, que, pese a todo, siguen brotando con vigor al sol del progreso.

Imagen: Jackson Pollock, Lo profundo

Publicado en La Vanguardia

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *