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El buen sexo

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La realidad siempre va en contra dirección cuando se trata de bordear las rutas más esquivas. Ocurre con el sexo, a menudo maltratado igual que un viejo trapo de cocina. En su nombre se glorifica el placer, pero también la oscuridad; y no seré yo quien se empeñe en disipar esas sombras que tan bien le sientan al deseo. Nuestra sociedad, aparentemente más desacomplejada y liberal, ha ido engrosando sus fantasías con mayor desinhibición y permisividad, en parte gracias al anonimato virtual. Los ligues rápidos vía apps y la domesticidad pornográfica –que se ha instalado ya como género llegando a condicionar la visión del sexo de los adolescentes– alimentan las libidos de todo tipo, en una época en la que se loan el poliamor y las acrobacias emocionales. Pero las apariencias enmascaran déficits importantes derivados de la paupérrima educación sexual que se imparte, porque en la España del PP se rectifican leyes como la del aborto pero luego se les olvida activar la pedagogía para evitarlos.

Parece que las campañas para penalizar la prostitución y aparcar el debate acerca de su regulación no han hecho más que acrecentar su atractivo, según se traduce del marcado repunte de jóvenes que reclaman los servicios de prostitutas. ¿Por qué acuden en pandilla a los clubs cuando nunca lo habían tenido tan fácil para entablar relaciones libres con iguales, y en cambio prefieren pagar por tener sexo? “Acuerdo” y “compañía”, así se presentan las llamadas sugar babies, un fenómeno exportado de las Américas que cuenta aquí con visitadísimas webs, una nueva forma de relación a cambio de que te den “la voluntad” (igual que las jineteras cubanas). Ellas son crías, a ellos los denominan sugar daddies. Aseguran que no es lo mismo ser escort queprostituta, pero cuando deciden dejarlo no es como cambiar de piso a uno más amplio y luminoso.

Sexo tortuoso en lugar de enaltecedor. Torpe y triste, en lugar de lúdico y libre. Por ello se agradece que en el corazón de Chueca, en el Válgame Dios –el restaurante preferido de la gauche gin-tonic–, acabe de presentarse el libro Pulsión (Edhasa), fruto del segundo premio de Literatura Erótica escrita por Mujeres impulsado por Beatriz Álvarez, agitadora urbana de primera. El ambiente es chocante: ahí está un jurado formado por periodistas culturales de alta graduación paseando del brazo de criaturas que parecen salidas de Eyes wide shut, ataviadas con máscaras de cuero, corsés y abalorios fantasiosos. El reportero Jon Sistiaga me dice: “No sé si pega que estemos aquí, pero mola”. Porque la primera misión del premio no es otra que certificar lo que parece haberse olvidado en nuestra sociedad mercantilizada: que el sexo es ante todo erótico.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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