La cultura en televisión se ha convertido en cuña. Toni Puntí, el gran resistente junto a Óscar López -el único programa de libros que se emite hoy en televisión-, pasa al 33 entre Doraemon y Shin Chan, cápsulas picadas semejantes a minihamburguesas dietéticas. De la cultura animi de Cicerón al patrimonio cultural entendido como bien público heredado de los ilustrados que incluye el buen gusto y las pulidas costumbres, la cultura es servida desde los medios de comunicación como alimento y espíritu de los tiempos, guarida pero también ascensor social y mental. Más allá del entretenimiento: “La cultura es un arma de transformación de la sociedad”, dijo Pepe Ribas-Ajoblanco. “Estamos en la industria del entretenimiento a la espera de montar la del conocimiento”, aseguró Borja Casani-El Estado Mental.
“La cultura es aquello que permite limpiar lo que otros ensucian”, afirmó el organizador del acto, Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, quien mentó la bicha: “A mí me sonaba mucho el nombre de Wert, y es que lo tenemos alineado en nuestros teclados, recordándonos sine die el estrangulamiento a la cultura”. El manual de urgencia ha quedado servido en bandeja en “Una crónica del periodismo cultural” dictada por uno de sus máximos demiurgos, Sergio Vila-Sanjuán -camisa color coral, barba precisa- . “Pasión por la cultura, capacidad de percibir lo realmente nuevo, voluntad de documentarse, estilo cuidado y antitópico, pensamiento crítico, saber combinar lo trascendente y lo anecdótico. Y buen ojo”. Además de contar con el favor de las musas para enfocar el espejo entre la realidad y la ficción.
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