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La ‘jet happy’

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La moda casi siempre es porque sí, a pesar de que persista la manía de revolver en el pozo de los porqués en busca de respuestas que argumenten sus caprichos. El estilo, en cambio, es porque no: se acomoda y se mimetiza con el hábitat e incluso transmite ideología en un respingo de identidad retadora. De la misma forma que las mujeres catalanas presumen de vestir de manera más sobria -y más asimétrica- que las madrileñas, las diferencias estéticas entre derechas e izquierdas se evidencian más en verano, especialmente en el Sur, donde se demuestra una vez más que “la mirada crea el horizonte” (Banville). Vean sino a los ilustres veraneantes de Marbella con estilo ídem -ellas remetidas en turquesas y altas cuñas con swaroskis; ellos, polos amarillo pollito y camisas al viento- respecto a los amantes de las playas atuneras de Cádiz, amañados con un deje entre sensual y homeless: shorts con el forro de los bolsillos asomando por debajo del denim y desastradas camisetas.

En tan solo dos horas y media de viaje en coche, de Málaga a Cádiz, se palpa el estereotipo, y ¡hasta qué extremo!. Del puro al porro, de las sevillanas con mantel al flamenco de chiringuito, de Terelu Campos a Aitana Sánchez Gijón. El paisaje a la altura de Sotogrande, cegadoramente encendido con un sol que al atardecer se sumerge en el mar como un huevo estrellado, resume con rectitud la casta que separa esos 27 km de costa mediterránea del Atlántico más jondo.

El intelectual y bon vivant Edgar Neville, y el aristócrata español Ricardo Soriano, impulsaron la primera Marbella, un paraíso suavemente tropical bendecido por un microclima extraordinario capaz de lavar el más arduo prejuicio calvinista. Neville levantó su Malibú, con costras de leyendas hollywoodienses. Entre clínicas de adelgazamiento y lujosas villas donde recalaban Deborah Kerr, Laurence Olivier o Audrey Hepburn, el príncipe Alfonso de Hohenlohe se erigió en embajador del glamur y la nobleza. La fiesta de sesenta aniversario de su particular Ítaca: el Marbella Club, acaba de reunir ni más ni menos que a los Longoria, Orleans, los Abelló y su huésped, Jaime de Marichalar.

De los duques de Kent, o Rainiero y Grace a un soplar de Antonio el bailarín y Conchita Montes, permanece un olor acre y un puñado de buenas fotos. Sucedieron los Thyssen, Von Bismarcks, Fürstenbergs, Prusia y “los choris”, así le llaman al grupo de Yeyo Llagostera, Luis Ortiz (Gunilla) y otros conseguidores.

Los nuevos forajidos no se hicieron esperar. El moderno bandolerismo hizo bruñir las campanas de un mundo corrupto, un fake completo. Pero muchos madrileños le habían comprado casa a Gil y pusieron de moda ir a Puente Romano a ver pasar famosos. Este verano, en Moa, un spa del centro comercial de Guadalmina, José María Aznar ha acudido a masajearse los pies: reflexología podal. Una buena metáfora para la extensión marítima del Madrid cañí.

Marbella quiere pasar página, volver a estar de moda porque sí, reivindicar su honradez -de cintura para arriba- sacudir las sobras de la ignominia en Puerto Banús y fregar sus máculas faranduleras. Este verano, en sus playas se pasean las it girls televisivas: Paula Echevarría o Amaya Salamanca; Se espera a María Teresa Campos y a su rubia familia, y se hace patente la diáspora ibicenca: los recelosos nacionalistas españoles vuelven a las raíces, como Cari Lapique y Carlos Goyanes. Aquí hay suficiente caché para que Julio Iglesias le cante el happy birthday a un millonario ruso, y motivos suficientes para que Antonio Banderas ocupe ese “espacio estético-moral” que hace años coronó a Julio en Ojén. Esta semana, el poderoso Banderas trajo a sus amigos exconvictos, Stallone y Wesley Snipes, al festival multicultural y solidario Starlite. Tal es el poder del exmarido de Melanie que le entregará un premio al hombre más rico del mundo Carlos Slim. La noticia es qué este haya aceptado recogerlo.

En el Trocadero Arena, baluarte popular frecuentado por Famaztella (Josemaría y Ana), Ángel Acebes o Iñaki Oyarzábal, también le dan de comer al jefe de seguridad de François Hollande, a no demasiados metros de las fastuosas cenas de millonarios sirios en Grey Albion, donde los pisos pequeños tienen mil metros cuadrados, con búnker de seguridad en el sótano. Ignacio González, por supuesto, comanda Madrid desde Guadalmina.

Si pinchan el vídeo Marbella happy also, podrán contemplar a Carmen Lomana, Manuel Santana o la propia alcaldesa, M. Ángeles Muñoz, marcando con aspavientos la cancioncilla endorfínica del año, eso sí, bailotean por calles tan inmaculadas como las de Singapur. No en vano Marbella siempre ha alardeado de “limpia”. Otra metáfora, más imperfecta.

Al vídeo le hace falta Cospedal, cuya pertenencia al club marbellí quedó grabada en nuestro imaginario cuando concedió una entrevista a Efe en el 2009 acusando al Gobierno de espiar a dirigentes de su partido: Estepona-sur-Mer de fondo. Sí, el vídeo pide a gritos la presencia de Cospedal porque rubricaría con su determinación la estética de esta jet happy que echa la nuca hacia atrás, en la noche marbellí, mientras el resto de España resopla desdeñosamente.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Victor contreras Victor contreras

    Parodiando a Luis Bunel.

  2. Thanks, Jeff! I buy my quinoa in the bulk or natrual foods section at Hannaford it’s shelved with the grains. You can also find it at health food stores like Four Seasons. I cook it like rice in my rice cooker; it takes a little less time to cook and tastes awesome as a substitute for rice. Yummy and healthy!

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