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No digas machismo

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Los guardias urbanos -ridículamente llamados agentes de movilidad- que le pusieron una multa a Esperanza Aguirre y le pidieron los papeles del coche eran dos hombres “bastante machistas”, según ha declarado la presidenta del PP de Madrid en su periplo por los medios. “Bastante”, curioso adverbio de cantidad para amortiguar el peso de la acusación, porque machista, al igual que racista o budista, se es o no se es. ¿Es posible hacer debate de género a partir de una infracción de tráfico y el común rebote de quien la comete? Los agentes han declarado, por escrito, que Aguirre estaba nerviosa, que le faltaba documentación, y que arrancó el coche al estilo Fast & Furious y casi atropella a uno de ellos mientras derribaba la moto del otro. “Ya saben ustedes dónde vivo”, les espetó. Así se funciona en Madrid. Mucho señoritingo, don por aquí, doña por allá, y moral de limpiabotas.

En el programa La mañana de TVE, presentado por Mariló Montero, Aguirre aseguró que todo había sido provocado por ser quien es, porque le tienen manía, y porque corrieron a buscar la foto. E insistió: “Hay mucho machismo”. A modo de despedida, la locuaz presentadora hizo chanza: “Espero que por lo menos fueran apuestos”. A lo que Esperanza, rauda, contestó entre risas: “Sí, no estaban nada mal”. Si esta conversación la hubieran mantenido dos hombres, acerca de unas agentes de movilidad del sexo femenino, hubieran saltado todas las alarmas sexistas. A punto de ser juzgada por desobediencia a la autoridad, Aguirre recurre al subterfugio del machismo -rebatido y negado por el Ayuntamiento de Madrid (con todos los respetos, resulta poco verosímil la escena de dos agentes de la movilidad discriminando a Esperanza Aguirre por el hecho de ser mujer)-. Y a unas risas sobre lo buenos que estaban los agentes.

Del mismo modo que el término “fascista”, convenientemente vaciado de contenido político-histórico, puede lanzársele a la cara al adversario -sea, casi, cual sea su signo, desde a Gallardón, Rosa Díez, pasando por Vidal-Quadras, Putin o hasta a la oposición venezolana-, la acusación de “machista” supone a menudo una cortina de humo para escabullirse de situaciones complicadas. Un fuera de contexto socorrido al que día a día se acogen algunas mujeres con cargos públicos y privados a fin de amortiguar su caída y no salir tan mal paradas. Mientras, en el mundo real, suman aquellas que sufren la discriminación en sus carnes, en sus nóminas y en sus vidas, aunque no tengan una cámara a mano para denunciarlo. Utilizar el machismo como coartada es una irresponsabilidad, una forma de banalizarlo, una zancadilla en la carrera por la igualdad.

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Muy buen artículo. Buen enfoque. Y distinto del discurso recurrente. Para pensar. Gracias Joana Bonet… y Camprubí ;-))

  2. Gracias por la nota.

    Me ha llamado también la atención el variopinto repertorio de la señora en cuestión. 500 o más metros convertidos en 35 o, más adelante en una misma entrevista, en solo 25 (la distancia hasta su casa).

    Luego, que el accidente con la moto (lo reconoce, con lo que su caso sería el de alguien que se da a la fuga tras producir un accidente, en el que existe la obligación de detenerse) se debió a que ahora que tiene nietos su automóvil es más largo que el anterior, etc.

    Su falta de escrúpulos es apabullante y tal vez un retrato de la clase política.

    Falta ver qué muestran las diversas cámaras de la zona.

    Saludos desde Alemania

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