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El paraíso no es esto

Las noticias son como un anorak reversible. Ante la estruendosa apertura del burdel más grande de Europa en La Jonquera, revuelvo en el ropero de la hemeroteca y encuentro un titular de enero del 2006: «La ley catalana de la prostitución obligará a cerrar a los grandes burdeles». Todo hacía prever entonces que con la futura normativa, al establecerse aforos máximos y un númerus clausus de camas, las llamadas fábricas del sexo, que nuestro imaginario femenino sitúa —a lo París-Texas— en zonas de carretera despobladas, tenían los días contados. La cantidad era una dificultad para la intención de la nueva ley: ya que no lo podemos prohibir, vamos a controlar el asunto. Burdeles medianos, de unas cincuenta camas, con los papeles en regla y que cumplieran las normas higiénicas y sanitarias. Parecía la alternativa más decente para ordenar este no oficio alegal que sigue suspendido en un limbo mientras aumenta el número de prostitutas/ os y se fortalecen las mafias.

Las noticias también pueden ser malas según el titular y buenas según el qué, cuándo, cómo, dónde y por qué. Es lo que ocurrió cuando hace un mes leí que la Generalitat eximía a los dueños de clubs de dar asistencia médica a las prostitutas. Un derecho menos, pensé al principio. Se trataba de una normativa sólo vigente en Catalunya, acaso formulada desde la buena intención: facilitar el acceso de las prostitutas a los servicios sanitarios. Pero en la práctica resultaba una ratonera: dichos controles animaban a los empresarios a publicitar que sus chicas estaban «limpias», por lo que muchos clientes les exigían no utilizar el condón. La bella utopía del abolicionismo por un lado y el desamparo asistencial por el otro envuelve este asunto lleno de aristas. Los debates sociales corren el peligro de alejarse de la realidad, como la de tantas chicas engañadas y sometidas, atrapadas en auténticas telarañas que empiezan a tejerse en su terror a denunciar a quienes las explotan.

Paradise se llama el lugar, un nombre habitual en este negocio, junto a otros que se repiten por toda la geografía española como Oasis, Edén, Eclipse o La Luna. Nombres, sin duda, muy evocadores para quienes son esclavizadas, a menudo disponibles las 24 horas del día. Algunos empresarios de burdeles han querido demostrar su imaginación bautizándolos como Falcon Crest, Burrito Blanco, Pompón e incluso Amor. Otros, imagino que con un guiño perverso, se atreven a llamarse El Infierno, más acorde con algunas de las sórdidas realidades que allí habitan. Las nomenclaturas son variadas, desde la desubicada cursilería del hotel Ruiseñor hasta la chusca rusticidad del hostal L’Arengada. El resto tan sólo son kilómetros: 238, 560, lugares que emergen de la nada cuando atardece y que encierran una colección de tristes historias sin derecho a la melancolía.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

5 comentarios

  1. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    Yo trabajo en Castilla y León recorriendola casi toda permanentemente. Es una comunidad hermosa, poco explorada. Y también está salpicada de estos antros del espanto. Y aquí evito ser irónico, ni jocoso, porque la realidad es brutal. La mayoría de esas chicas fueron llevadas con engaños, y son retenidas con amenazas de la más diversa índole. No puedo entender la escandalosa demora en laactuación policial en torno a los criminales que sostienen esto, en comparación con lo raudos que se manejan en atacar la privacidad de las prostitutas libres. Se te pasa un nombre Joana, un club de la vergüenza, se llama Jamaica, y no sé si se parece al de Kinsky, Wenders & Ry Cooder, pero cada vez que vas de Tordesillas a Valladolid lo puedes ver a tu derecha repleto de automoviles. Una observación, ni un solo coche es una furgoneta hippie, no ves entrar y salir a los vilipendiados jóvenes antisistemas, ni rastafaris, a pesar de su nombre. Más bien la pinta de los asiduos, tiene más que ver con ese tipo de padres que deshereda a su hija si esta decide casarse únicamente por lo civil, o si se suscribe a la revista Cáñamo. Yo no sé bien que decirle a mi pichón de siete años cuando pasamos por al lado alguno de esos burdeles y me pregunta, -¿ pero papá, Club de qué es eso?, y eso que de sexo le respondo lo que sea que pregunte , pero de esclavitud tolerada, consentida y promovida, ¿cómo podría hacerlo sin decirle a mi vez?:_Mirá Pichón, tu viejo que siemrpe te dice que te conmuevas por las injusticias, todos los días pasa de largo sabiendo que muy probablemente, allí dentro se esté fraguando un delito de lesa humanidad. Es brutal.

  2. Joana…en Murcia había un sitio con un nombre así por el estilo, al que iban las mujeres a recoger a sus maridos que salían del prostíbulo con unas copas de más, no fuera que se pegasen un leñazo con el coche. Eso sí, un primo policía que tengo estuvo dentro y que era todo de superlujo. Las chicas estaban bien contentas porque nunca encontrarían en la calle una vida tan lujosa como la que llevaban en este megaburdel que se cerró por el hecho de que había menores.

    Hay otra variedad de prostitución que es más reciente. Las mozas se ponen a la luz del día en los carriles de la huerta, sentadas en una caja de naranjas boca abajo. Muy triste.

    Creo que la prostitución cumple una función social pero, claro, la esclavitud que sufren las chicas no entra dentro de esa categoría. Casi soy partidaria de que la cosa funcione como en Amsterdam, que esté dadas de alta, que les realizen sus análisis clínicos semanalmente y que estén seguras y a salvo. Y si quieren ser prostitutas, que sea por voluntad propia…Lo otro es un delito. Es traficar con cuerpos, es subestimar y denigrar a seres humanos. Muy triste.

  3. Martín, me resulta gracioso que le llames pichón a tu hija, yo también al mío (siete años ) el problema es que la prostitución no es legal…y se deja la puerta abierta a todo lo ilegal que hay en el mundo. Todo. Y todas las ilegalidades al final están relacionadas entre sí. El constructor barrigudo que cierra un contrato yéndose de putas, que soborna al concejal de turno para poder hacer su obran (quizá con una puta, para redondear el regalo); el camello que vende mierda para que algunas puedan aguantar la estulticia que soportan cada día y los litros de alcohol de segunda con el que rellenan las botellas de afamadas marcas de bebidas espirituosas. Y en ese territorio comanche nadie tiene huevos (con perdón) a poner orden. Yo tampoco, por supuesto.

  4. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    A Lola: ( Sic).

  5. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    Lola no puedo estar más de acuerdo con lo que dices!

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