Saltar al contenido →

Pasión o decoración

fachada-25aniversario

El siglo pasado, no hace más de treinta años, la decoración era en nuestro país un asunto de señoras –y de unos pocos varones– que tenían una sensibilidad especial para “poner la casa”, que así se le ha llamado toda la vida al interiorismo. La España del tresillo de polipiel había empezado a experimentar con las piezas de diseño, el futón o la cocina americana, que fardaba de barra ídem. Los suecos aún no habían llegado a nuestros hogares –Ikea aterrizó aquí en 1996– y pocos privilegiados tenían muebles afrancesados. Hay una anécdota de flamencos que viene al caso, ya la recogí hará unos diez años en este mismo periódico: a un virtuoso de la traición oral de los que ha dado el Sur -amigo del Beni de Cádiz, monstruo del surrealismo andaluz- llamado Vicente Pantoja, El Picoco, le encomendaron organizar una fiesta flamenca en un hôtel particulier de París. Ácratas de espíritu, los flamencos son impuntuales y cantan cuando lo sienten, no cuando toca. La anfitriona, por cortesía, le mostró la casa mientras los gitanos calentaban garganta y palmas. “Mire qué butacas Luis XIV”, le decía, y más adelante, “¿ha visto esta mesa Luis XV?”. A lo que Picoco, al rato, respondió: “Señora, ¡qué ‘pedassos’ de carpinteros son estos Luíses!”. El caso es que España se sacudió su absoluto desconocimiento de las familias de las maderas o los siglos que cubre la denominada Alta Época, y antes de hacerse gourmet se puso “de diseño”.

Mañana se cierra al público CasaDecor, que este año celebra sus bodas de plata. Fue el maestro de maestros, el catalán-madrileño Pascua Ortega, quien pusiera su semilla en aquel año mágico, el 92, junto a un grupo de interioristas de relumbrón, los preferidos de los ricos, como el pionero Duarte Pinto Coelho –por cuya casa, reabierta ahora y concurrida por los más pijos, pasaron Maria Callas, Truman Capote o Deborah Kerr–, Jaime Parladé, Paco Muñoz o el propio Pascua. La fórmula parece fácil: elegir un edificio emblemático y a menudo deteriorado de la capital, convertirlo en un escaparate de tendencias y estilos, y, por supuesto, triplicar su valor. “CasaDecor ha profesionalizado la necesidad decorativa, quebrando aquella imagen antigua de que era cosa de señoras ricas, los interioristas son imprescindibles para conseguir una casa no solo bella sino funcional”, me resume su directora de comunicación Covadonga Pendones. El palmarés de esta edición es suculento: Erico Navazo, Beatriz Silveira, Miriam Alía, Miguel Muñoz, Asun Antó, Javier Castilla y Héctor Ruiz Velázquez. Había muchos catalanes, pero Casa Decor no enraizó en Barcelona porque es un fenómeno mesetario.

Los interioristas en Madrid mueven mucho: organizan las mejores fiestas y sus casas son alquiladas para cenas privadas –como, esta semana, en la de Lorenzo Castillo, por la marca Jimmy Choo, que trajo a su diseñadora, Sandra Choi–. Pascua también organizó un cóctel de verano en su estudio con coleccionistas venezolanos o mexicanos que no tienen miedo en presentarse como tales. Sucedía en su casa, en pleno corazón del Barrio de las letras, donde en el Siglo de Oro moraron Cervantes o Lope de Vega, tomado hoy por los dioses del diseño taylored fit, como Belén Domecq o Tomás Alía. En casa de Pascua, un gentleman de los que ya no quedan, Elena Cué me contaba su arte para compatibilizar los artículos en ABC con el tiro al pichón y la escritora María Dueñas, siempre con camisa blanca de seda, me aseguraba que se impone encierros monacales porque sino el tiempo se escapa entre las costuras.

Coincidiendo con CasaDecor, la modelo Martina Klein se paseó por Madrid para presentar su incursión decorativa, Lo de Manuela, en la tienda decochic del momento: Mestizo. Le pregunto por el dicho de que cuando acaba la pasión, empieza la decoración: “Puede ser así, entramos en una edad más decorativa, y está muy bien empezar a colocar la cosas en su sitio, también en el alma”. La Klein nunca había sido de elegir cortinas, pero hija de arquitectos, vivió siempre rodeada de revistas de interiorismo. “Se me cae la baba con los espacios bonitos, más que con un vestido que te mueres”. Martina y Manuela –la de la firma de decoración de sabanas de lino y objetos viajados y elegantes– se parecen mucho, aunque a Manuela no se le ve el pelo, porque es Martina quien da la cara, que de eso sabe mucho, además de poner casas.

Publicado en La Vanguardia

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.