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Los sapiosexuales

gafas-redondas

Hubo un tiempo en que se propagó una leyenda urbana que pudo llegar a hacer mucho daño a la cultura, me refiero a la poca destreza sexual de los intelectuales. El hombre insuflado de saber no tenía buen currículum en la cama, más bien todo lo contrario: era un presunto acto fallido en sí mismo. Se les suponía demasiado ensimismados para aplicarse en las artes eróticas, aparte de su exceso de narcisismo, que les impedía entregarse a los placeres de otro cuerpo. El caso es que la idea de los intelectuales como pésimos amantes –con gran maledicencia se daba por hecho que la tenían pequeña– se extendió entre las mujeres y estas empezaron a mirar con suspicacia a los mismos que antaño habían ocupado el Olimpo de sus fantasías.

Fue así como el modelo de profesor torturado, aquel que leía poemas de Auden con voz ronca pero besaba como si en lugar de lengua tuviera un embudo, entró en franco retroceso. Además de su fama de malos folladores, aquellos tipos capaces de traducir a Goethe o sintetizar a Kant también eran pobres como ratas. Futbolistas, actores, mecánicos hipster, top models o bomberos encumbraron un nuevo ideal erótico que se fue perpetuando en calendarios y anuncios. El último revuelo procede de Francia, donde unos deportistas hipermusculados salen desnudos en un calendario, y parecen absolutamente cómodos con su anatomía. Uno de ellos, Sylvain Potard, campeón de artes marciales, ha recibido incluso la atención de la exministra de Sanidad, que ha venido a decir: “Oh la là… ¡qué bendición!”. El señor Potard aparece sentado sobre unas dunas con una mirada serena, ajena a la pujanza con la que emerge su pene. “No hay ningún retoque”, ha tenido que afirmar, saliendo al paso de las acusaciones de Photoshop.

Pero con los nuevos códigos de este mundo hipersexualizado triunfa una nueva etiqueta social, la del sapiosexual, que, según el estudio de la Universidad de Maryland, acaba de un plumazo con la idea de que el intelecto está reñido con Venus. Todo lo contrario: demuestra que la actividad sexual estimula el crecimiento de nuevas células cerebrales mejorando nuestro ejercicio cognitivo. Aquellas personas provistas de ingenio, humor y empatía resultan más irresistibles y duraderas como amantes que los Míster Bíceps. Incluso el mítico calendario Pirelli –una sofisticada versión del almanaque para camioneros– ha decidido sustituir este año a las modelos ligeras de ropa por señoras de cabezas burbujeantes, y ahí están, retratadas por Annie Leibovitz, Patti Smith, Yoko Ono o Amy Schumer, cuyo atractivo no reside tanto en sus tetas, sino en su cerebro, órgano gracias al cual se lo han pasado estupendamente bien en la vida.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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