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Yonquis del dinero y del poder

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En la vida de las personas terriblemente ocupadas, maleadas por las fatigas y los fardos, acostumbra a prender la fantasía de que un día cogerán el primer avión que salga hacia un destino recóndito, donde iniciarán una nueva vida con los dioses de su parte. Nadie cree en su sueño de liviandad; piensan que se trata de un desahogo propio de la insatisfacción de quien está forrado de Porches y Rolex, hasta que un día lo hacen. Marcos Benavent –ex alto cargo del PP valencià– les decía a los suyos que un día lo iba a dejar todo y se haría hippy. Viéndolo con sus hechuras de playboy marbellí y sus canas repeinadas, al estilo de los maridos de Norma Duval, la mayoría se choteaba. Ay, la veleidad de quien pretende crearse una imagen de idealista mientras roba todo lo que puede. Hasta que lo hizo: se dejó barba a lo gurú maharaji , se forró a tatuajes y anillos de piedras exóticas, hizo cursillos de tantra, se calzó unos pantalones de corte thai y abrió los brazos frente al pelotón de fotógrafos pidiendo el perdón universal.
En un país tan habituado al “no sé, no me consta” cuando se enfrenta a pillajes y triquiñuelas de altos vuelos, las declaraciones de Benavent, acompañadas de maneras místicas orientales, nos han dejado helados: “Me he llevado de todo, yo era un yonqui del dinero”, dice ahora el “arrepentido/indignado”. Antes de su total conversión tiró de la manta: había grabado las transacciones de sus compañeros corruptos contando billetes con gula. El 15-M fue para él una estrella-guía como para los Magos; y Pablo Iglesias y Ada Colau, las figuritas del portal. Absolutamente transformado, Benavent ha entonado el mea culpa, asumiendo castigo y cárcel. Asegura que el yoga y la meditación le han cambiado de la vida. Bueno sería que introdujera tanto a Alfonso Rus como a Rita Barberá en las artes de la conciencia plena o mindfulness. “¡Qué hostia… qué hostia!”, suspiraba abatida la probable exalcaldesa de Valencia.

La decadencia de la copromotora y cofudandora de Alianza Popular ha entrado en un punto de no retorno. Aparte de las coincidencias durante años en el Consell Municipal, Barberá y Benavent tienen en común que no hay escándalo o trama levantina en el que su nombre no esté enmarañado. La diferencia es que Barberá, tras 24 años mandando, no se olía la derrota. Así, tras reconocer el descalabro, ha salido por donde ha podido siguiendo la estela de la otra perdedora Esperanza Aguirre, que en lugar de achicarse propone frentes “democráticos” contra el radicalismo. “Se acabó la época de lo sucio, ahora es la hora de lo limpio” decía el protagonista de Crematorio, de Rafael Chirbes, imperecedero testimonio de la época del chanchullo, cuyos reverberos adictos a contar dinero negro aún traen resaca.

Legado salomónico / Audrey Hepburn

Sentencia el antiguo proverbio que “ningún amigo como un hermano, ningún enemigo como un hermano”. Sean Ferrer y Luca Dotti, hijos de la icónica Audrey Hepburn, lo son solo a medias –Mel Ferrer fue el padre del primero, mientras el segundo es vástago del siguiente marido de la actriz, el médico italiano Andrea Dotti– y aun así cumplen puntillosamente con dicha equidistancia: incapaces de ponerse de acuerdo en el reparto de su herencia (consistente en gran cantidad de vestidos y sombreros, joyas, fotografías, guiones, carteles cinematográficos y premios), acaban de recurrir a los tribunales para una salomónica división. Cierto es que la voluntad de la estrella fue tan maternal como imprecisa, pero familia que pleitea unida no suele mantenerse unida.

El correveidile / Brad Pitt

Siempre se ha olisqueado la sexualidad de los famosos en busca de trampa y cartón. Sacarles amantes, escándalos, filias y fobias ha sido una de las más humillantes declinaciones del periodismo de tanga. Ahora nos vienen con que a Brad Pitt “le interesan los hombres”. Hace años, Angelina Jolie, que nunca ha dudado en reconocer su bisexualidad, declaró, en cambio, a un diario británico: “Desde que estoy con Brad, no hay espacio para eso en mi vida”. De alguna forma hay que empañar la hoja de servicios de quien, de la mano de McQueen, Malick o Tarantino, se ha convertido en un actor de primera. En ese correveidile también reposa una profunda embestida contra el imaginario femenino: “¿Pero quién se creía que un hombre tan completo podía ser heterosexual?”.

La gran cuentista / Cristina Fernández-Cubas

Ha sido siempre una escritora entre hombres, un pluma vertical alejada de dóciles inclinaciones. Su mayor travestismo consistió en rebautizarse como Fernanda Kubbs para firmar lo que no consideraba divertimento. Acaso la mejor cuentista española, se aleja pedanterías y manierismos y es capaz de atravesarnos con una desesperación realista que acaba por confirmar como nos cambian tiempo y destino. Divertida, profunda, empática, despojada de artificios, aunque también coqueta, Cristina Fernández-Cubas conserva la niñez –donde tanto ha horadado– en su mirada. Su regreso con La habitación de Nona ha sido celebrado por sus lectores, que llevaban tiempo esperando su dosis de literatura gruesa.

(La Vanguardia)

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