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Ana, a secas

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La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba”. Así explicaba Joan Didion como perdió a su marido con la mesa puesta, en El año del pensamiento mágico, un hermoso libro sobre el duelo. Poco podía olfatear Ana Patricia Botín el pasado miércoles que su vida abriría un segundo tomo. Me entero de la noticia en la consulta de las dentistas Vilaboa, la crème de Madrid, con Palazuelos en sus paredes. Dos damas que parecen conocer el entorno del banquero dan razón de los hechos: “Tenía un gran trancazo y dijo que le iría bien un baño caliente para estar bien al día siguiente y presentar la restauración de La educación de la Virgen, de Velázquez. Es algo muy propio de personas acostumbradas a controlar la situación y que se conocen muy bien. Pero el corazón no aguantó”. A las veinticuatro horas, el Financial Times abría su portada con la foto de Ana Patricia Botín, nombrada nueva presidenta del Santander, “el tercer banco más importante del mundo”.

“Cuando me preguntan por el momento más importante de mi vida, siempre digo que fue el día que le pedí a mi marido que se casara conmigo. Yo hacía prácticas en JP Morgan y él estaba en España, a tres mil millas de distancia. Así que se lo pedí por teléfono. Creedme, se suponía que en aquellos tiempos esa no era la costumbre propia de una señorita española. Y tampoco era habitual planificar una boda en tan sólo cuatro meses; mi madre sabe bien de lo que hablo. Y, a pesar de todo, aquí estamos mi marido y yo, estupendamente”. Así hablaba Ana Patricia, invitada ilustre en el discurso de graduación de la promoción 2008 de la Universidad de Georgetown, en la que figuraba su hijo Felipe Morenés Botín. Se trata de la única información en primera persona, capaz de ilustrar su personalidad, que anida en las hemerotecas. Una mujer con iniciativa, no hay duda. Y una mujer que ha sabido aplicarse la máxima clásica: festina lente, apresúrate despacio. “En la universidad yo era una mujer con prisas”, les contaba a los recién graduados, instándoles a que antes se preguntaran para qué se tiene prisa. Detalles de su carrera meteórica, Harvard, los tres hijos antes de los 30, la difícil conciliación y el hecho de ser mujer fueron recogidos de su speech por la revista Telva como si fueran declaraciones en exclusiva. Pero la propia Ana Patricia se encargó de restaurar su leyenda en el número siguiente, aclarando que todos los entrecomillados pertenecían al discurso de Georgetown aunque fueran precedidos de preguntas. Porque ella nunca ha concedido una entrevista.

Inteligente, discreta, con un fax instalado en la habitación después de haber parido, siempre ha sabido aplicarse aquel consejo de Coco Chanel “antes de salir de casa mírate al espejo y quítate algo”. Ahora, no sólo en su indumentaria, sino en su antropónimo. Porque ha decidido quitarse el segundo nombre, desvestirlo de culebrón venezolano, y llamarse Ana a secas. Hay que aligerar el yo cuando la vida cambia rápido.

La novia deseada

En escasos tres meses Alman Alamuddin se ha convertido en una celebrity de oro, icono del éxito y la inteligencia. Que sea abogada de causas perdidas -pero a la vez causas millonarias-, en lugar de actriz, luchadora, modelo o incluso exvelina, como las anteriores novias que paseó el voluble George Clooney le ha conferido una credibilidad inusual al romance. Como si su brillante currículum fuera una garantía de estabilidad. Aunque el histrionismo lo ha puesto él, Clooney, el novio, el hombre que se declaró soltero forever afirma ahora que le corre prisa casarse porque no soporta estar ni un minuto lejos de su amor.

Demasiado cínico se ha vuelto el mundo para tanta incontinencia.

Contra el mito

Existe una diferencia fundamental entre Angelina Jolie y Jennifer Aniston: la primera siempre posa erguida, la segunda con lateralidad. Eso es, Aniston inclina la cabeza en un gesto entre tímido y cercano, con voluntad de agradar, mientras el mundo entero sigue viendo en ello un poso de melancolía. Porque a pesar de mantener un ritmo de dos o tres cintas al año y de lucir la melena más imitada en todo Occidente, la actriz sigue siendo aún la ex de Brad Pitt, la esposa que fue relegada por el magnetismo de Jolie. Ahora, a sus 45 años, ha anunciado embarazo revirtiendo su destino, y aquellos que un día la llamaron infértil se han apresurado a decir que es in vitro. Cuánto mito.

Teatro y amor

Primer gran estreno teatral de temporada, en el Marquina de Madrid: Largo viaje del día hacia la noche de Eugene O’Neill. Aciertas a ver la niebla que nombra Viky Peña, la que la aísla del mundo y a la vez aísla al mundo de ella. El escenario se azula para escuchar el sordo lamento de una sirena “que nos obliga a recordar”.

Y el sueño se desmorona, entre alcohol y morfina, mientras sus personajes no aciertan a ver la salida.

Ahí está en su enormidad una pareja que en la vida real se amó, tuvo hijos, y hoy sube junta al escenario. Mario Gas, imparable detrás y delante de las bambalinas, y la mejor actriz española de teatro Vicky Peña, hacen temblar de soledad.

(La Vanguardia)

 

 

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