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Estética de la rectitud

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Durante años, la peluquería de Michel Meyer –hoy exiliado cultural en Londres-, reunió belleza, carisma y poder. Frente a sus amplios ventanales con vistas al Retiro podías encontrarte a Elena Salgado, Marisa Paredes o la tan recordada Concha García Campoy, que vivía a cuatro pasos. Fue allí donde vi por primera vez a Ana Patricia Botín con el pelo mojado. Al principio no la reconocí, sin embargo me fijé en el nudo perfecto de su pañuelo de seda. “De Bilbao o Santander”, pensé. Estética de la rectitud, propia de una vida bien anudada. Me dijeron: “es ella. Suele pedir servicio de peluquería a domicilio, pero a veces se planta en el salón”. Sonriente, impecable, todo en ella parecía de buena calidad, empezando por el cabello. Fue un saludo corto. Enseguida se escudó en una Blackberry, de la que no despegó cabeza durante el brussing. Me la imaginé decidiendo el destino de miles de millones con la cabeza recién lavada.

La educación privilegiada –colegios británicos, suizos y austríacos– contribuye a dominar la distancia con cortesía, aunque a veces se deslice un mohín involuntario de asco, igual que le ocurre a Ana Botella. ‘Ana P’, como la llaman sus próximos, podría parecer inglesa o americana. Pero es española y se ha convertido en la banquera mejor pagada del mundo. Cobró 10,58 millones como presidenta del Banco Santander en 2017. Cómo no vamos a sentirnos orgullosos de su record. Cómo no vamos a envidiar el jardín de magnolios de su vivienda madrileña de El Viso, con incansables jardineros que, invariablemente, arruinan la siesta a los vecinos de lunes a viernes. Más O´Shea en las medias distancias, lleva una media melena reglamentaria y se acompaña de perlas profusamente distribuidas, pashminas, tweeds y raya diplomática. Cuando asumió su cargo, se enroscó un pañuelo rojo al cuello a modo de homenaje a su padre. Después se quitó su segundo nombre, Patricia. Es la novena mujer más poderosa del mundo según Forbes; “Queen Botin” para Bloomberg. Su estrategia como directora del decimotercer banco más importante del mundo se construye sobre el trato al cliente y la innovación digital, en lugar de apostar por aquella política de operaciones espectaculares tan característica del padre (aunque hace casi dos años compraran el Banco Popular por el simbólico precio de 1 euro en una operación de antimatemática). Nunca ha concedido una entrevista a un medio no económico. De discreción, como tantos poderosos, ha tejido su garantía. Atractivo y misterio, las claves del amor y del éxito.

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La culpa es transgresora, y su peso arrambla con la costumbre. Incluso con la identidad o los principios. Porque Mark Zuckerberg, creador de un mundo paralelo al físico, un lugar llamado Facebook en el que millones de personas pasan horas a diario, y lo que es más rotundo: sienten, sabía que tenía que pedir perdón en el fondo y en la forma. El perdón es liberador, siempre que haya sacrificio presente. Eligió un traje de dos piezas azul noche y corbata de seda con nudo doble Windsor para comparecer ante el Senado a causa de la masiva fuga de datos de su compañía. A pesar de que las sudaderas con capucha que viste, un look definido de manera sofisticada de casual utópico, las firma Brunello Cucinelli, su indumentaria forma parte de una actitud desacomplejada y de puertas abiertas, de speach sin papeles y sin miedo a ser cursi: “ayudaremos a la gente a comunicarse con sus seres queridos”. Elegido por revista Esquire entre los hombres peor vestidos del mundo, ese hombre de piel lechosa que tanto me recuerda a un verso de Coloma Fernandez Armero :“pensaba que nunca besaría a un hombre con pantalón de peto”, ha sacado réditos de ser el raro de la clase. Un nerd ambicioso que quiso ser inmortal muy pronto. Pero volvamos al nudo de su corbata azul corporativo Facebook (de los pocos colores que distingue sin problemas, pues es daltónico). ‘The Zuck’ eligió para entonar su mea culpa un nudo que se ve igual en bodas y en parlamentos, que transmite seriedad y confianza, ancho y grueso aunque a la vez estilizado. Sus odiadores dijeron que iba “disfrazado de millonario”, otros han afirmado que su vestimenta “representaba una declaración visual de reconocimiento y respeto tan clara como cualquier disculpa verbal”. Que también la hubo: “fue un fallo, y fue mi fallo, está claro. Lo siento”, dijo con su cara aniñada y los arcones forrados de billetes, acciones y vinos caros. Trataba de esbozar una sonrisa, pero su gesto rozaba el temblor, el labio en puchero. La puesta en escena fue ganadora. Y la comparecencia ha tenido un efecto balsámico entre los inversores: en las últimas tres semanas las acciones de Facebook habían caído en bolsa un 14%, e inmediatamente después de las casi cinco horas de su primera cita parlamentaria la compañía registró la mayor ganancia en un solo día que ha conocido a lo largo del último año. La sensibilidad al perdón mueve las almas, la Bolsa y la vida. Nunca desperdicies una buena crisis, se dijo Zuck.

Publicado en La Vanguardia

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