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La libertad de lo nuevo y lo viejo

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El cartel rezaba: “Entrada libre hasta completar el aforo”, y la cola abrazaba la esquina, rodeando el Círculo de Bellas Artes, ese lugar donde todo el mundo puede sentirse en y de Madrid. “Esto parece el Cristo de Medinaceli” le comenté a Jesús Ruiz Mantilla en el ascensor. “Claro, ha habido milagro”, replicó el periodista. Se regalaban versos, convocados los autianos en pleno, famosos y anónimos, para celebrar la edición de Toda la poesía de Luis Eduardo Aute (Espasa), ese artista que ha tocado y pintado todos los palos, tan extravertido como ensimismado, obstinado y perplejo, un gamberro del idioma, un hombre que el 8 de agosto de 2016 se fue tan lejos que los médicos apenas tenían claro que regresara. “No sé si voy o vengo de algún sitio donde nunca estuve” le dijo hace poco a su hijo Miguel, cuando le preguntó cómo se encontraba. Jerséis de punto con cremalleras, fulares y barbas, chaquetas de terciopelo, mentes hirvientes, fieles amigos: Rosa Montero, Ángel Gabilondo, Vicente Molina Foix, Massiel, Lola Moriarty y Borja Casani… convirtieron la nostalgia en celebración, a ratos dandi y otras canalla. Ana Belén cantó “Las cuatro y diez”, Xoel López “Al alba” y Miguel Poveda “Prefiero amar”, mientras que Pastora Vega, José Luis Gómez y Aitana Sánchez Gijón recitaron sus versos, aforismos, gregarismos, caligramas y surrealismos, que toman la palabra por el anverso y reverso.

Su mujer, Marichu Rosales, y su hija Laura se quedaron con él en casa: demasiadas emociones. El artista se recupera: ha empezado a pintar y sigue hablando en cinco idiomas –incluido su catalán nativo–, igual que antes de su desvanecimiento. “Tiene mucho sentido del humor, está risueño, y piropeador como nunca, y no ha quedado huérfano de destellos poéticos” me cuenta Miguel Munárriz, editor del volumen, que lleva prólogo de José Caballero Bonald, y organizador del acto junto a su mujer y agente de Luis Eduardo, Palmira Márquez. Munárriz, asturiano, 31 años de amistad y complicidad con el autor, recuerda que una semana antes del infarto venían de Gijón, tras un recital nocturno de poesía. “Yo iba leyendo “Un largo sábado” de Steiner, y tuvimos una conversación lenta y larga. De repente le pregunté si pensaba en la muerte: “Cada día” me respondió”. Luis Antonio de Villena, Luis Mendo y Cristina Narea también participaron en el homenaje encubierto. Una de sus más intimas amigas, la actriz Pastora Vega me confesaba: “Aute forma parte de mi vida, somos amigos y familia, creo que es un artista especialísimo, con tantas facetas y registros que nos tocan el alma y el corazón; es un filosofo, un maestro, siempre se adelanta a la realidad… es un ser de luz. Nos está dando a todos una lección de vida impresionante”. Latir, amar, cantar, trabajar, conmover, aprender: verbos autianos que repitió con bella cadencia el poeta Fernando Beltrán, quien le tributó el verso de Whitman a Lincoln: “¡Oh capitán, mi capitán!”.

La poesía remansa la calle. La artista Olga Andrino, con una portentosa obra –escultura pictórica y pintura escultórica–, presentó sus Poéticas del papel en la galería Materna y Herencia. Y acudió a Novalis y sus Poemas tardíos, esencia de su trabajo actual: “Cuando cifras y figuras dejen de ser las claves de toda criatura… cuando vuelva el mundo a ser mundo otra vez”. En el relato de Andrino, el paisaje es una declaración de intenciones: “En mi memoria están los primeros recuerdos: los abuelos trabajando la tierra, los campos de Castilla, la siega, el arado, la vendimia, el río, el agua… elementos que han sido recurrentes en mi obra a lo largo de mi trayectoria, y entre los cuales he encontrado la narración que me es propia,” afirma. Su obra la atesoran Alberto y Alfonso Cortina, Elena Cue, Silvia Navarro, Paolo y Maite Bulgari o José María Entrecanales, pero Andrino detesta las negritas y evita las fotos con famosos y las servidumbres de las relaciones públicas. Una bendición en tiempos de postureos equilibristas. Juegos de poder (La esfera de los libros) es precisamente el título de la novela de la periodista Gloria Lomana, que en su bautizo literario estuvo acompañada por Carlos Herrera e Iñaki Gabilondo –y arropada por todos los directores y editores españoles. En tiempos donde la equidistancia obliga, ella se sumerge en las relaciones incestuosas entre el periodismo y el poder, con movimiento de maletines incluido. “Una especie de House of Cards a la española”, le pidió la editorial. Y ella aprovechó para reflexionar sobre el papel de los medios: “ahora más que nunca necesitamos el periodismo, tenemos que escarbar entre las mentiras y las manipulaciones para recuperar la esencia de nuestro oficio”. Como lo resumía Aute: “De nuevo el mundo se divide en dos: el Submundo y el Inmundo… También está Extramundi, pequeño pueblo gallego donde vive la familia de Elena, la asistenta”. Y así, es, afortunadamente, Extramundi existe.

Publicado en La Vanguardia

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