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De propinas y cocheros

propina

Desde que los recibos de los taxis son expendidos por la máquina, en lugar de ser escriturados a mano por el conductor, casi ninguno espera propina, demostrando tanto que eran las empresas quienes pagaban ese plus de cortesía o agradecimiento en lugar del usuario como que la crisis se ha combatido a golpe de calderilla bajo la máxima popular de “todo suma”. Qué lejos queda la resaca post-euro, cuando algunos se ofendían si les dejabas una propina de céntimos, hasta el punto de echártela en cara.

La propina es un gesto entre encantador y feudal, tanto que a algunos tímidos les avergüenza. Decides si premias o castigas un servicio en el que tú sueles ser sujeto pasivo mientras el otro ejecuta la acción, en ocasiones transgrediendo la distancia proxémica y entrando con pasmosa naturalidad en el espacio íntimo. El que se establece a través de la navaja del barbero, el aceite de la masajista o el lápiz del maître que te llevarán a la gloria. A menudo dudamos entre nuestro yo agradecido y nuestro yo exigente: “dejé poca” o “he sido un hortera”. No importa que ganemos menos que el sumiller que nos ha descubierto nuevos placeres o que el peluquero que nos devuelve la personalidad -o eso creemos durante la primera hora-, aun así queremos celebrar su excelencia y reafirmarnos. Las hay mecánicas, políticas, y bipolares: lacónicas o excitadas. Sin olvidar las empáticas, como si por un instante se tendiera un hilo con el otro que ha tenido a bien servirte, por mucho que sea su trabajo.

“¿Por qué pagar más por la misma atención?”, se han preguntado economistas y antropólogos, llegando a levantar muros mentales contra la propina: en especial porque una gran parte de quienes la reciben no se volverán a cruzar en tu vida. Cuenta el escritor Julian Baggini que se ha demostrado empíricamente que las propinas decrecen cuando el porcentaje del PIB recaudado a base de impuestos crece. En el escandinavo Noma, el mejor restaurante del mundo, cuyo menú -siete platos maridados con otros tantos vinos- cuesta 268 euros, rondan el 3% de la cuenta, unos 8 euros: una limosna para su virtuoso personal.

Vladimir Nabokov, que vivió muchos años en un hotel suizo, tenía fama de ser espléndido con las propinas, detalle que Antonio Triguero, el barman que le servía, me desmintió: “No nos hubiéramos hecho ricos con él”. Abundan quienes quieren sentirse queridos a través de gestos ya no generosos, sino desprendidos. Pero también están los que, como Daphne du Maurier, escritora de cabecera de Hitchcock, cuestionan por qué es el cochero quien recibe la propina si son los caballos quienes han trabajado, sin reparar en que del cochero depende la motivación de los caballos.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Martin Martin

    Jajaj Buenísimo!
    Literatura.
    Estos días anda Bekham por aquí, con un corte nuevo de pelo, una barba muy moderna y todos la buena onda que cada vez que pasa el tiempo se le asienta más. Es un tipo que podría andar por Río de janeiro solo que nadie querría hacer daño, ni secuestra. Es el ejemplo de tarado social, que sin embargo es simpatiquísimo ( y eso que en materia futbolera en el territorio nacional soy del Barça, pero en fútbol ingles del ManU) no ha faltado el respeto a nadie nunca, es uno d ellos mejores futbolistas que he visto en movida, valiente, no reniega de sus orígenes, y encima fue uno de los hombres más lindos que casi no hay mujer ni hombre que no lo encuentre atractivo, y mi mujer dice que cada día lo es más.
    Bueno todo este preámbulo para decir que los que vivían a su alrededor declaran que al irse David, quedó un vacío aparte del puesto de honor de “guaperas” , se fue un sobresueldo, voló, se diluyó en las promesas de eternidad que sal el sentirse en la proximidad d ellas estrellas, y más si estas hacen dispendios de propinas, como por ejemplo el de la gasolinera , que ganaba más con David que lo que le pagaba el pichón de feudalismo que lo contrata.
    La propina a mi que soy un poco más de corte porteño cubano afrancesado, me resulta un agravio más que un premio. Creo que deberían ser compensados por otros medios que no la caridad o la subjetividad en la percepción del buen trato. No es lo mismo decir “Buen día” “muchas gracias” “muy amable” o permiso, para un camarero de Biarritz pulcrísimamente emperifollado, que cada vez que se me acerca siento que debería yo servirle a él, que un tabernero burgalés o vallisoletano, a cual un gracias le pude resultar un innecesario amaneramiento borbónico frente a la torera rudeza de un buen Austria. Sin embargo es el camarero de Biarritz quien no espera la propina, y se ofende si se la dejan, más aún si la dejo yo con las pintas que acostumbro a sentarme en esos templos del buen gusto franceses!
    Pero toda moneda tiene dos caras, y la otra cara se puede conocer en EEUU. Allí la primera vez que uno ve un menú afuera del restaurante, y decide entrar por lo baratos que están las costillas, las súper hamburguesas “Be bop” o las mega ensaladas César, regada con todo tipo de industriales potingues estomacales. Uno feliz de ver semejante tamaño de plato a ese precio irrisorio,
    – Diez dólares? qué son diez dólares? bah ¡me pido dos!
    Y en el transcurso de la comida uno siente que es imposible que toda esa comida, aunque hecha má apara alimentar tanques de guerra que seres humanos, con la suma de esa increíble atención, muy naif, con el hombrecito d ella camarera y esa sonrisa sostenida imposible para alguien que no tenga generaciones de yanqui, y todos los por favor, gracias, los chistes que te hacen, las veces que te rellenan de coca cola el vaso y te preguntan si está todo bien, vaya a costar solo esos diez dólares, entonces uno pide brownies, o pies de algo, porque sería d e mal gusto irse de ese local habiendo dejado tan poco a cambio de tanto.
    Todo ello se ve compensado cuando uno va a pagar, y ve que l impuesto hizo subir sensiblemente el monto inicial, y el amigo norteamericano te dice, déjale un 20% de tip!!!
    Qué?? si antes era un 10% , en pocos años la costumbre ha pasado a un 15-20%, pero la verdad es que cuando sacas cuenta, queda equilibrado.
    En este caso yanqui, la propina dignifica, en ese caso no es medieval, es sinónimo d libertad, déjame que yo me gano mis cuartos.
    Bueno, como todo, black and white!

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