Allen nunca ha oficiado de dogmático ni ejemplar. Casarse con la hija de su entonces compañera fue un bombazo mediático, aunque acabó consiguiendo que incluso el puritanismo más feroz lo ignorara. Tras el affaire con Soon Yi, 35 años menor que él, Mia Farrow tiró de la manta denunciando turbios abusos por parte de Allen a una de sus hijas. La justicia, aunque con ambigüedad, dio el caso por cerrado. Y la opinión pública esgrimió el argumento de una mujer despechada, histérica y obsesionada con adoptar niños.
Mucho se ha abundado en el asunto de la infamia y la genialidad. Del antisemitismo de Shakespeare o Quevedo al fascismo de Céline, pasando por las perversiones sexuales de Polanski y Kinski. Que fuera asesino o paidófilo no han impedido que las obras de Caravaggio sean exhibidas en las mejores pinacotecas.
Todo apunta a que Allen se ratifica en su versión de hace más de dos décadas: que su hija no sabía distinguir entre realidad y fantasía a causa de la influencia de la madre. Y cabe preguntarse por qué la presunta víctima habla ahora, en la antesala de los Oscar. Pero ¿variará nuestra percepción artística de ese personaje brillante y creativo, tan querido en España? ¿Se atreverá a disipar su oscuridad en forma de guión, crudo y amoral, despiadado hasta consigo mismo? ¿O egoístamente pensaremos que, de los mitos, mejor ignorar su vida privada?
Precioso artículo. Enhorabuena Joana. Un besazo.
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Estimada señora Bonet,
Celebro que una mujer se pregunte por la veracidad de una acusación que, de ser cierta, demostraría una crueldad sin límites por parte del cineasta y, de no serlo, una maldad o un desequilibrio grave por parte de la hija de éste.
Es difícil entrar en la mente de cualquier persona incluso de las que tenemos cerca. Por qué no decirlo. También es muy complicado entrar en las fuerzas que rigen, a veces, nuestros propios impulsos. Sólo tras un período largo de análisis de sí mismo con la ayuda de un profesional puede un ser humano comprender el origen de la mayoría de los “cómos” y de los “por qués” de nuestro comportamiento.
Según sabemos, el señor Allen se ha psicoanalizado largo período de tiempo. Es de suponer que en sesiones de una o dos veces por semana, tumbado en el diván habrá estado hablando consigo mismo desmenuzando sueños, fantasías y fracasos. Lo ha hecho también a lo largo de sus películas. De entre éstas, cabe destacar una que, aunque no fue dirigida por él llevaba su sello, Sueñor de un seductor. Se debate entre el Yo, el Ello y el Super Yo con gran habilidad como para saber que sólo un Ego fuerte puede morir.
Eso no pasa desde luego por violar a una niña. Es incomprensible que un ser de su inteligencia y sensibilidad sea capaz de hacer eso. El problema de mantener distanciados en compartimentos estancos al doctor Jekyll y el señor Hyde proviene de comportamientos morales inaceptables. La religión -que tan hábilmente ha superado Woody Allen- es el origen de las perversiones. Ahí están los pederastas escondidos en masa tras sus sotanas.
En fin, que desde que la noticia saltó a la prensa he creido que todo esto era una malvada manipulación de Farrow.
A pesar de todo, la vida privada de los cineastas no debe importarme. Prefiero que me gusten sus películas. Lo que pasa es que en un actor y director tan personal, personalísimo, único, es difícil no considerarle uno de los tuyos.
Un saludo cordial,
Tomeu.