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Tormenta de arena

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El único ruido que altera el paisaje son los motores del aire acondicionado, que aún no saben cómo silenciar en esta isla con nombre de cómic, Banana Island, bañada por el mar de Arabia y tan frente a frente de Doha como Algeciras de Tánger. El crepúsculo ha llegado hacia las siete, pero la luna llena refulge desde media tarde, enredada tras las cortinas de nubes. El skyline qatarí, cuando enciende sus luces, queda silueteado por un halo azul y fucsia: tal vez quieran imitar los rosados atardeceres que se deshacen en hebras. Artificial y a la vez ambicioso es ese trozo de Nueva York o Chicago en medio del desierto donde tan prioritarios son el control burocrático y la seguridad que cuando pagas en cualquier centro comercial te piden hasta el teléfono.

Banana Island no es Katara, la popular playa donde las mujeres sólo pueden bañarse con un traje de licra o neopreno de la cabeza a los pies. Aquí se lucen indistintamente bikinis y niqabs, y la mezcla resulta tan liberal como obscena. El mar tiñe la calma de un plata semejante al papel de aluminio. El único movimiento extraño es el de una bandada de aves que se alzan en un vuelo nervioso. Han desaparecido las moscas. La temperatura es perfecta y una suavísima brisa actúa de mecedora. Pero, de repente, el paisaje se trastorna. Ninguna previsión meteorológica anunciaba tormenta. Tormenta de arena, arremolinada y salvaje. Se acerca deprisa. Una espiral blanca que apunta al cielo y parece capaz de tragarse la tierra. Las palmeras danzan, en trance; las alarmas se disparan cada minuto. Y la arena se filtra por debajo de las puertas, incluso por el ojo de la cerradura, hasta impregnar tu paladar. Lo leí en Kafka en la orilla, de Murakami: “A veces el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentado evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote”. Asegura que la tormenta de arena es metafísica y simbólica, pero que aun así te rasga la carne. Me acordé de sus palabras, consciente de que la literatura invade la vida con su componente premonitorio. Al leer, a veces actuamos como si quisiéramos prepararnos para lo que ignoramos; yo anoté esas líneas, las aprendí: “La persona que surge de una tormenta de arena nunca será la misma que penetró en ella”.

Coches detenidos en medio de la nada, desaparecidos en el mar, caos, sirenas, y la arena pegada a la garganta. Había que tratar de dormir con el silbido del desierto recordando cuando, en los pueblos, se iba la luz y las mujeres nos hacían rezar a santa Bárbara. Tras las ventanas, el mar escupía barro. Amaneció con cinco centímetros de arena cubriéndolo todo, incluso las almas.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

7 comentarios

  1. LOURDES LOURDES

    HERMOSA REDACCION NOS DESCRIBE UN SUEÑO HERMOSO CLARO HASTA QUE LLEGAMOS A LA PARTE DE LA TORMENTA QUE SOLO NOS DICE QUE EL DESTINO PUEDE CAMBIAR DRASTICAMENTE …

  2. Daniela Daniela

    Al inicio, le encontré complicado, admito que tuve que darle dos leídas. Me encanta cuando no entiendo algo y debo desenglozarlo poco a poco, así me pasó ahora. Es una narración que puede ser leída a varios niveles, tiene infinidad de maneras de ser interpretada, y mientras más compleja es, mejor. Las metáforas empleadas son muy interesantes, desde luego bonitas y ad hoc al texto. Menciona referencias culturales, lo que a mi parecer, lo torna más interesante.

  3. Carlos Bautista Carlos Bautista

    Muy bueno, describe con certeza como suceden las cosas en esa isla, lo describe de una forma sencilla e inteligente, hasta que todo se resume en la frase: “La persona que surge de una tormenta de arena nunca será la misma que penetró en ella”. Esta frase hace que todo amie. Hace ver la importancia de ese cambio en el todo

  4. Lidia Lidia

    Las metáforas que maneja Joana Bonet son bellas, me recrea las sensaciones que vivio en la isla que describe. Escucho el silbido de la tormenta de arena y como se filtra por los rincones… no soy la misma tampoco despues de leer sobre Banana Island.

  5. Maria de los Angeles Chayle Maria de los Angeles Chayle

    Cuando empece a leer intente imaginarme la ciudad que describía, pero a medida que avanzaba en el texto me remontaba a mi pueblo natal. Termine la lectura, diría sin leer, me absorvió el recuerdo de mi infancia. Inmediatamente volvi a empezar, las metaf’oras con que la autora detalla las caracteristicas de Banana Island son tan exquisitas para la imaginación que se me hizo inevitable concentrarme en su relato sin dejar de viajar y regresar con “arena pegada en la garganta”.
    Me parece un texto interesante y cautivante.

  6. Leticia H. Leticia H.

    Joana tu descripción es muy hermosa de ese lugar, de Banana Island. Imagino cada detalle que describes. El mar, la playa, la brisa, la arena, la luna, el atardecer y un cielo en distintas tonalidades, te transportan a un lugar mágico, a un lugar en donde crees que estás en el mismo paraíso, un paraíso terrenal. En donde la grandeza de un creador, se demuestra en cada abrir y cerrar de ojos, en donde la inmensidad del mar se fusiona con la inmensidad de un cielo. Por el contrario, imagino una tormenta de arena, que pareciese que se lleva todo a su paso, en donde cada partícula de arena comprende un todo… Un cambio drástico, un paisaje en calma a un paisaje salvaje y ruidoso.
    La visión del escritor, es la imaginación del lector.

  7. Me parece muy buena la descripción que hace del lugar, es muy detallada, hace que te transportes ahí y la metáfora que hace es muy buena por que creo que la vida es así de impredecible.
    Me gusto mucho

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