Hoy en día, parece que sólo cuentan en la red los que piolan, se sobreexponen y desahogan públicamente sus filias y fobias. Pero una gran cantidad de cotillas silenciosos se frotan a diario las manos en el ágora on line. Deleitarse con las vidas ajenas, protegidos por el anonimato, crea adicción. Como si se pudiera extraer algún valor sabiendo con quién se relaciona uno, a quién detesta, qué lee, marca como favorite o critica… “Descubre” promete la tecla de Twitter ofreciendo el mismo placer al silencioso internauta que apenas posee identidad digital que a aquel que no mesura su desinhibición. Exhibicionistas y voyeurs se encuentran en el ciberespacio procurándose deleite mutuo. Unos y otros permanecen aferrados a una tecnología que parece no exigir nada y a cambio darlo todo. Aunque te desnude.
A menudo los voyeurs a sueldo acaban convertidos en espías que persiguen intereses mediáticos, comerciales o incluso estratégicos. Ser investigado a través de la red se ha convertido en praxis habitual por parte de no pocos aparatos de seguridad, como demuestra lo que acaba de ocurrir en EE.UU. “No quiero vivir en un mundo en que se graba todo lo que digo y hago”, ha asegurado en una entrevista a The Guardian Edward Snowden, un joven de 29 años subcontratado por la CIA para servicios de espionaje informático. Al igual que el soldado Manning, él ha confesado que le mueve la defensa del bien común, y que no está dispuesto a que el mundo que ha contribuido a crear sea peor para la próxima generación porque ya no queden garantías que preserven la libertad personal. Por ello ha denunciado públicamente los programas de espionaje masivo de la NSA que interceptan todo tipo de mensajes, correos, teléfonos, contraseñas, datos de tarjetas de crédito…
El voyeurismo alcanza categoría de paranoia colectiva cuando a ese que denominamos ciudadano de a pie, en nombre la seguridad, se le fisga hasta la cicatriz del alma.
Es algo más allá de un simple voyour, es conocer a todos, especialmente a los que la moral, las leyes o la simple reproducción del sistema considera como amenaza. Es el Gran Hermano de 1984 que se pensaba era una posibilidad abortada con la derrota de los régimenes totalitarios -fascistas y estalinistas-, la democracia liberal, que reproduce y mantiene constante la desigualdad social, si bien no prometía su superación, a cambio, se nos decía, aseguraba las libertades civiles, las libertades logradas por las revoluciones en Francia -1789- los procesos de fortalecimientos de los parlamentos -como en Inglaterra- y la libertades civiles, logradas y garantizadas por el Estado Norteaméricano, este último orgulloso de éstas y legitimando sus agresiones e intervenciones en otras tierras a partir de la promesa, de que si bien saqueaba las riquezas de esos pueblos, masacraba a sus poblaciones, pero finalmente, les impulsaría a crear regímenes políticos signados por los beneficios de estas libertades, por solo recordar algunas: la libertad de prensa, la libertad de expresión y el respeto a la privacidad de los ciudadanos, igualmente, a que cualquier proceso de vigilancia sería siempre acorde a las leyes. Todo eso es mentira, ellos nos vigilan, alimentado la paranoia social, amenanzando – o de hecho aboliendo- la libertad de expresión, y la privacidad de los individuos, entormetiendose en las comunicaciones e intoxicando la información en los medios de comunicacion y en las redes sociales, por eso señalo que es más que simple voyourismo.
¿Qué hay de nosotros que no sepan los administradores de nuestra libertad?
La tecnología se ha revuelto contra el usuario, la intimidad es ya una quimera. Pero esto no debe sorprender, quien busca encuentra y quien inventa un juego descubre enseguida la trampa.
Internet es magia y la magia puede ser tan blanca como negra, a voluntad del manipulador de la farsa.
A veces me pregunto si Bin Laden no ha sido una fantástica creación para justificar la necesidad de control total: primero se origina el caos, y tras el pánico hábilmente logrado los futuros controlados exigen la inmediata puesta en marcha del detector absoluto que los proteja. Hay tanta ironía como elixir del más depurado cinismo en el genial planteamiento.