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Empáticas y narcisistas

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Empatía como antídoto al narcisismo; o, mejor dicho, remedio para apaciguar a las furiosas hidras que acaban aislando a quienes se estampan de boca contra el estanque. Así lo afirma un estudio de la Universidad de Surrey (Reino Unido), cuyas conclusiones aseguran que aprender a considerar los puntos de vista ajenos puede ayudar a los engreídos a sentir empatía. Nada nuevo: “Ponerse en la piel del otro”, esa sabia cantinela. El grupo de narcisos del estudio sólo alcanza picos de generosidad al imaginarse que son ellos quienes padecen; egocéntricos con un elevado umbral de tolerancia ante el sufrimiento ajeno, forzados a ablandarse hasta rozar la autocompasión.

A veces la falta de empatía puede responder, como en el caso de Charlene de Mónaco, a la mezcla entre parálisis, susto e inhibición. “La princesa triste”, cuya visión del mundo parece limitarse a una piscina -su mirada destila agua clorada y su fundación benéfica se dedica a enseñar a nadar a los niños-, ha roto el maleficio y las sospechas de esterilidad. Parece que Charlene y Alberto tendrán gemelos, y los nubarrones se disipan en el país-casino, una especie de plató couché donde aún se celebran bailes con máscaras, rosas y circo.

Ahora, si hay alguna princesa del pueblo, esa es Estefanía, amada por los monegascos hasta el punto de considerarla una más: compra en Carrefour, vive en un bloque de apartamentos, se sienta al lado de su chófer, Doudou, y no lleva bótox. En una entrevista que le hice hace más de cinco años, me aseguraba que no era de plástico. “Lo normal es que, si yo hago la comida o la compra, no acepte que alguien lo haga por mí. No me han dado ningún manual de cómo ser princesa, cada uno vive su vida como quiere. No sé en las otras familias reales, no las conozco, y no voy a juzgar a la gente que no conozco”. A Charlene, en cambio, sí le dieron un manual, e incluso le aconsejaron que fuera de plástico, para repeler a los insidiosos.

En las dos últimas décadas se nos ha reeducado hacia nosotros mismos: Desde el “mímate” o “sácate partido” de las tonadillas de autoayuda hasta el ombliguismo de las redes sociales. Pocos personajes públicos, ya sea Pablo Iglesias o la hija de la Pantoja, escapan del mal narcisista. Bien lo sabe Angelina Jolie, una bestia mediática que más allá de los tatuajes, la bisexualidad y el músculo desafiante, se ha convertido en una comprometida madre de familia numerosa y global con una de las mejores imágenes públicas mundiales. Su estratega es simple: una estrella debe de ser la vez extraordinaria y ordinaria. Como Gloria Swanson, que después de lucir sus pieles con insuperable glamur preparaba la cena de sus hijos. Paladas de empatía californiana contra la egolatría narcisista, lo contrario de lo que ocurre en Mónaco con el permiso de Estefanía.

Dos en uno

No sé si se había entregado antes un premio Príncipe de Asturias a un escritor y su alias. Porque los méritos que glosa el jurado para concederle el galardón al irlandés John Banville incluyen al seudónimo con el que firma sus novelas negras, “turbadoras y críticas” según él mismo: Benjamin Black. Su desdoblamiento es colosal. Hace un par de años reconoció que le gustan más los thrillers de Black que muchas de las novelas serias y enjundiosas de Banville, que acaba odiando. Un verano me entregué a su obra, empezando por El mar: “Y fue como si de pronto hubiera salido de la oscuridad y entrado en una mancha de sol pálida y empapada de sal”. La soporté un minuto, menos de un minuto, esa feliz luminosidad….

La tía republicana

Adora las cámaras con ese fervor tan de provincias, aunque se define “laica, roja y republicana” a los cuatro vientos, retuitea los mensajes de Podemos y apuesta, cómo no, por el referéndum. Hablamos de Henar Ortiz, a quien, de no haber sido tía de la princesa Letizia, nadie conocería. Una mujer que, de vez en cuando, sienta cátedra con sus opiniones que tanta inquina destilan: “Mi sobrina es muy lista, pero está poco preparada para reinar”, dijo en una ocasión, añadiendo que físicamente se parece a ella. Todas las familias esconden una mancha tras el cuadro, pero eso no importa tanto como empeñarse en ser oveja negra. Por mucho que sea la única manera de que te hagan caso…

¿El nuevo feminismo?

Rihanna vuelve a estar en boca de todos, y no por su música sino por su permanente pose de desafío. Acudió a la gala de los premios CFDA con unas transparencias sin eufemismos, erotizando el look que, en los años veinte, inmortalizara Josephine Baker. Algunos tabloides británicos censuraron la imagen, otros solo se escandalizaron, pero su gesto también se ha defendido como un claro un mensaje feminista. La chica políticamente incorrecta que se mueve con fiebre en las caderas reafirmada en su desnudez, igual que si anduviese abrochada hasta el cuello. Tanta literatura acerca de la necesaria reformulación del viejo feminismo, y ya ven: esas chicas, Beyoncé o Rihanna, dispuestas a reivindicar con el culo al aire.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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