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Fuera de lo normal

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Lo excepcional, único y original sigue habitando las casillas de las aspiraciones sublimes. Digamos que nadie sueña con transformarse en lo que acostumbramos a llamar un “ciudadano de a pie” o “la vecina de al lado” sino que prefiere soñarse como héroe o incluso ángel, o, al menos, poseer cierta virtud que lo distinga del resto. Estándar le decimos a lo que se iguala y se repite, a lo conocido, a lo normal, mientras deluxe o premium identifican una categoría superior, como ocurre con las habitaciones de hotel. Hubo décadas que premiaron la diferencia, e incluso hoy los cánones estéticos se han ablandado en la pasarela: si tienes algo raro puedes ser una estrella, parece rezar el nuevo eslogan. Pero, al mismo tiempo, nunca la normalidad se había propuesto llegar tan lejos. Mientras escribo esto, la prensa recoge una encuesta que concluye que a los trabajadores españoles les gustaría tener de jefe a personas normales, como Bertín Osborne o Dani Rovira. Lo que ocurre es que se trata de una falsa percepción, porque ¿de verdad cree usted que son personas normales? Aunque su capacidad para transmitir bonhomía –cada uno a su manera– sea aplaudida, es absurdo suponer que ambos personajes con sus vidas detrás de platós –donde casi nada es normal y casi todo está preparado– representen al “hombre normal”.

Si hoy en día tenemos claras nociones como la de “estatura normal” o “salario medio” se debe, en buena medida, a que un belga llamado Adolphe Quetelet decidió cambiar las matemáticas por una disciplina entonces naciente: el comportamiento social. Europa experimentaba entonces lo que desde nuestro punto de vista 3.0 podríamos denominar una primera ola de big data: los estados creaban y engrasaban sus maquinarias burocráticas, y entonces comenzaron a recogerse y analizarse todo tipo de datos acerca de sus contornos a fin de hallar el punto medio.

En el otro extremo de lo normal, se encuentra lo raro, inútil y a menudo bello que se adhiere al concepto de exclusividad. De la moda a la poesía, se crean universos que nos hacen sentir un pellizco de emoción que nada tiene que ver con lo común y anodino. “El poeta besa el pico de un pavo real / y cree que al hacerlo vuela / el ave se burla de su ingenuidad / pero el poeta ya se encuentra / a tres metros sobre tierra”. Son versos de Carla Badillo, premio de poesía Fundación Loewe a la creación joven. Decía Badillo en la entrega de unos galardones que se han convertido en una especie de Planeta de la poesía que en todo riesgo existe una poética, y es cierto. Cada vez que salimos de la zona trillada y gris de la normalidad y cruzamos una avenida que nos es ajena nos abrimos al descubrimiento, del que tanto necesita nuestra rutina.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. superj a 10.710 km superj a 10.710 km

    los romanos, tú sabes, decían q la diferencia entre la cordura y la locura es de un dedo :
    si se le pregunta a alguien por una dirección y éste/a señala con el dedo índice, cuerdo
    si señala con el dedo medio, loco/a
    como lo normal y lo otro, q no es anormal, sino simplemente distinto
    biiiiigsaludo

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