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Sabina en el Paradís

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Ríe Sabina frente a un plato de jamón en el restaurante Paradís, recordando que Bélgica, cuando estuvo casi un año y medio sin gobierno, experimentó un considerable crecimiento, y que en Perú les fue mejor después de que Fujimori dimitiera por fax. Son cosas que se dicen con mayor determinación si te sientas en uno de los restaurantes preferidos de nuestros políticos, pegado al Congreso. Sólo en lugares como estos, donde se ha tramado tanta gloria, puede fumarse en los privados: la manga ancha así de madrileña es tan tremenda como rumbosa.

Joaquín Sabina se ha hecho pintor. Presenta un lujosísimo libro-objeto dentro de una caja lacada: 2.100 euros el ejemplar. Todas las caricaturas se acaban rompiendo. Así son las cosas: el golfo del bombín negro, el de la ronquera vacilona, después de pisar incontables escenarios, rodar miles de kilómetros, vivir en Londres, reventar la movida, encender La Mandrágora, local mítico donde ejercía de nazareno tunante con Krahe frente a las crestas del Rockola…, después de todo eso, y de sobrevivir a un ictus y hace un mes a una peritonitis, entra en el catálogo de Artika, un Olimpo artístico español que ha editado a Goya, Picasso, Dalí, Chillida, Barceló o Plensa. Eso sí, el músico asegura que sus dibujos no son arte, como tanto ha repetido que sus canciones no son poesía. Es un intruso. Lo que dice haber sido en la vida.

Dejó la coca y las noches en blanco hace diecisiete años; no necesitó ayuda. Nunca probó la heroína –“creo que por pueblerino, como por una intuición”–. En los conciertos, para salivar mejor, chupaba sal, hasta que un día los músicos le dijeron: “Colega, la gente se cree que es farlopa, y dice: ¡Mira qué mala educación!’”. Cuando llegaba borracho a casa pintaba una puerta junto a la que hoy se fotografía. Bebe tequila recién operado del estómago, como el torero que se cura de una cornada, y mientras va pintando mujeres Lempicka, señoritas emparentadas con las de Matisse o Gauguin. Llama a sus dibujos garagatos –“un garabato doméstico, un animal de compañía”–, y empezó a pintarlos hace más de veinte años, para quedarse mudo entre concierto y concierto. Sabina se ponía a garabatear culos con encanto, tan delicados como expresivos. Le fue encontrando propiedades curativas al dibujo –además de protegerlo de las selfies– y los rotuladores se convirtieron en calmantes de la autoexigencia y el miedo escénico: “Pintar es una cosa maravillosa porque está el papel en blanco y unos colores, y puedes mezclarlos como quieras. Y además no tienes que enfrentarte al público, no tienes al tendido del siete diciéndote: ‘Arrímate más, cabrón’. Las palabras significan cosas, y en la pintura a veces basta con los colores y una mínima forma”. Sabina apura su tequila, se ríe de sí mismo y, entre sonrisa y nervio, habla con un aire de canción en la mirada que viene de lejos, del paraíso.
(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. superj a 10.710 km superj a 10.710 km

    2.100 euros
    no comment

  2. Elvira Altés Elvira Altés

    Hola Joana,
    T’escric com a membre de la comissió de Cultura del Col.legi de Periodistes, amb l’interès de posar-me en contacte per convidar-te a una taula rodona sobre la Margarita Rivière. Em caldria el teu e-mail o telef. per explicar-te l’homenatja que estem preparant. Disculpa que em posi en contacte per aquest mitjà, no he aconseguit les teves coordenades.
    Resto a l’espera de les teves notícies,
    Elvira Altés
    665610493/932180881

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